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25 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco

Todo empezó hace 25 años, a las tres y media de la tarde del jueves 10 de julio de 1997. Miguel Ángel había comido en casa de sus padres, en Ermua, y se había ido a trabajar a la vecina localidad de Eibar, pero nunca llegó. Los pistoleros de ETA lo secuestraron y pusieron en marcha una cuenta atrás para la vida del concejal del PP de 29 años: si el Gobierno no acercaba a Euskadi a los 600 presos de la banda, los terroristas que lo habían secuestrado ejecutarían a Miguel Ángel.

Era una «condena» a muerte que convirtió Ermua, ciudad industrial y vizcaína de 15.000 habitantes en el foco de todo un país. En Informativos Telecinco «estuvimos conectados durante cuatro días, sin pausa, nunca se había visto algo así», recuerda José Luis Fuentecilla, subdirector de NIUS y autor del reportaje en imágenes de aquellas jornadas que les ofrecemos 25 años después.

La confirmación del secuestro por parte del entonces ministro del Interior, Marcelino Mayor Oreja; la imagen del padre de Miguel Ángel enterándose de lo ocurrido por la prensa; la gente en las calles de Ermua sin dar crédito; las miradas al reloj; las radios y televisiones permanentemente encendidas; y sobre todo, el clamor por su libertad fueron lo único que ocurrió en España esos días.

El 11 de julio transcurrió sin noticias. Ese viernes, todos conocimos un poco más los detalles de la vida de Miguel Ángel Blanco. Tenía novia, se iba a casar, trabajaba como albañil pero había estudiado económicas. «Era un chico normal», decían sus compañeros de corporación. Incluso pudimos escuchar la voz de la madre de un etarra en prisión que mandaba a su hijo el mensaje de que ETA tenía que reflexionar y de que los presos tenían que rebelarse ante la dirección.

Miguel Ángel Blanco era un concejal más en un pueblo más. No tenía trayectoria política. Simplemente, había sido el elegido por ETA para vengar la liberación de José Antonio Ortega Lara, al que se puso fin el día 1 de julio, después de 532 días en zulo en lo que fue el secuestro más largo de la banda.

Un objetivo fácil

Seleccionar a Miguel Ángel fue fácil, porque no tenía escoltas y pese a que ETA había puesto como objetivo a concejales del PP y del PSOE, no tenía por qué pensar que le iba a tocar. Pero le tocó como le podría haber tocado a cualquier otro. Había un chivato, el exconcejal de HB de Eibar, Ibon Muñoa, y un comando dispuesto a retenerle y a cumplir con la ejecución, a no ser que hubiera contraorden.

Javier García Gaztelu, «Txapote», su pareja, Irantzu Gallastegi, «Amaia», y José Luis Geresta, “Oker”, fueron los autores materiales, que llegaron hasta el final. Pero todo eso se supo después. Aquellos días, las calles pedían libertad para Miguel Ángel con carteles llenos de Manos Blancas, mientras el tiempo corría rápido como pocas veces.

Euskadi, en la calle contra el tiempo

El día 12, se vio en Bilbao la manifestación contra ETA más multitudinaria que se había visto nunca. «Todavía no hemos perdido la ilusión y la esperanza de que Miguel vuelva a casa con nosotros», decía una jovencísima Marimar Blanco, hermana del concejal que concluyó su comunicado con un «Te esperamos Miguel». Era mediodía, aún había tiempo… pero dieron las cuatro y seguíamos sin noticias.

Las noticias llegaron a las cinco, y eran las peores: Miguel Ángel Blanco había sido ejecutado en un bosque de Lasarte Oria, en Guipúzcoa. Todavía respiraba, pero estaba en un coma irreversible. La información era clara, pero incluso así había quien pensaba que quizás pudiera ocurrir un milagro.

Dos balas en la cabeza

Dos balas en la cabeza decían que no había milagro posible. Y su muerte fue confirmada poco después de llegar al Hospital Donostia.

A partir de ahí, las lágrimas que en las 48 horas anteriores se habían retenido a duras penas, dejaron de contenerse. «ETA, aquí tienes mi nuca», gritaba unos jóvenes arrodillados y con las manos en la nuca en una de las marchas de protesta. «HB fuera de Euskadi», «ETA, dimite el pueblo no te admite», gritaban otros, de nuevo en las calles de Bilbao. Era una manifestación espontánea, que ponía fin a muchas horas de tensión que terminaron como nadie quería que acabaran.

El funeral también fue retransmitido. Estaban los políticos, el obispo Setién… y sobre todo, otra vez, la calle. Al paso del féretro, los vecinos de Miguel Ángel, coreaban sin pausa un estruendoso «asesinos», la palabra que más se repitió durante aquellos cuatro días de julio que terminaron en Madrid.

La capital celebró el día 14 otra marcha multitudinaria. Estaba encabezada por los cuatro presidentes que la democracia había tenido hasta entonces: Calvo Sotelo, Suárez, González y Aznar. Detrás de ellos, de nuevo toda una sociedad diciéndole a ETA «Basta ya».

Fuente: NS

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