Lo asegura un reciente informe de la Confederación de Salud Mental España en colaboración con la Fundación Mutua Madrileña, que arroja, además, otras estadísticas preocupantes: el 22,8% de la población española tiene experiencia propia en esta área y 18,9% consume psicofármacos. El 26,2% acude actualmente a un especialista.
Quizá este último aspecto pueda considerarse también como un buen indicativo de que cuando algo trastoca nuestro bienestar mental y emocional nos ponemos en manos de profesionales. Sin embargo, y a tenor de la realidad postpandemia, el dato parece bajo. Y es que aún, según explica desde Origen la psicóloga Pilar Conde, perviven algunas creencias colectivas y temores individuales que frenan en el impulso de pedir ayuda profesional cuando algo falla en nuestros sentimientos, pensamientos y emociones.
Cita la directora técnica de estas clínicas estos cuatro hándicaps con los que algunas personas se enfrentan a la hora de solicitar tratamiento psicológico o psiquiátrico:
- Pensar que lo que le sucede debería solucionarlo solo.
- Restar importancia o resignarse al sentimiento de malestar.
- Creer que ir al psicólogo tiene un significado negativo.
- Sentir vergüenza porque pueden considerar que eres débil por pedir ayuda que reconocer necesitas ayuda, y, además, criticarlo.
De estos obstáculos autoimpuestos parecen zafarse, sin embargo, los más jóvenes, que no sólo no se conforman con encontrarse mal, sino que, explica Conde, tienen una mayor conciencia del autocuidado y de lo positivo que para sus vidas puede ser ir a terapia. Este cambio generacional es lento y gradual, pero la expresión de los problemas personales, también por parte de famosos de todos los ámbitos , está contribuyendo a liberar el cuidado mental de prejuicios y tópicos.
Así, toda ayuda es poca a la hora de prevenir y tratar, también en salud mental, por lo que desde Origen nos dejan estos consejos para dar el primer paso, acudir por primera vez a una consulta psicológica:
Lo primero, atender a la gestión de los nervios
Hay muchas veces que nos encontramos a personas que acuden nerviosas por la misma consulta, cuenta la experta, y en este punto es importante que la persona que va a acudir a terapia entienda que todo lo que se cuente en consulta va a ser confidencial, “que si no quiere hablar sobre un tema, no se hablará, y que no hay nada que pueda contar al psicólogo que vaya a parecer extraño o raro”.
Acudir confiado a la sesión
La persona debe acudir sabiendo que se va a sentar frente a un profesional que entiende lo que le sucede, por lo que esta primera consulta debe ser considerada como el primer paso para encontrarse mejor y dar solución a los problemas.
Dejarse guiar por el psicólogo
Cuando empiece la sesión, el psicólogo le conducirá a través de ese primer encuentro. Normalmente se hace un presentación, y después se evalúa por el motivo de consulta, el histórico relacionado con el motivo de la misma y las áreas que está afectando. En esta primera uno de los objetivos del psicólogo es entender por qué el malestar emocional se ha desarrollado y mantenido en la persona, para tener claro el enfoque terapéutico.
Permitir abrirse
Se van a abordar varios temas, siempre dentro de los límites que el cliente quiera marcar. Hay que ayudarle a bajar las barreras de protección y permitirle expresar lo que le sucede, sin llegar a provocar su incomodidad.
No abandonar tras la primera consulta
El vínculo con el terapeuta es importante y forma parte del éxito de la terapia. Si se tiene una experiencia negativa, no se debe tirar la toalla sino probar con otro profesional.
Por último, no hay una fórmula ideal sobre el grado de privacidad que se quiera mantener sobre ir terapia. Hay quien no lo cuenta en su entorno y quien sí lo hace. Es algo personal y en este punto quieren poner el énfasis desde Clínicas Origen : “las personas tenemos el derecho a compartir lo que consideremos de nuestra vida privada. Cuando las cosas se cuentan ayuda a normalizarse y a recibir apoyo. En el caso que se decida no contarlo, es importante no tener miedo a que se enteren. Yo no lo cuento porque tengo derecho a no hacerlo, pero no me avergüenzo de mi decisión, y si al final se enteran estará bien, no me da miedo que se sepa”.
En este sentido, y sobre sí acudir a esa primera cita en terapia solo o acompañado, es otra decisión personal y depende de las circunstancias. Ahora bien, en menores, adolescentes, o casos de mayor gravedad clínica el apoyo familiar y social suele tener un papel fundamental, por lo que también es positivo y necesario que formen parte del proceso terapéutico.