Los de Natxo dejaron una vez más una imagen lamentable. Los donostiarras impusieron su pegada en dos acciones aisladas que en todo momento facilitó la defensa blanquiazul. El vitoriano no gana ni a la cuarta. Y el descenso acecha. Con Amorebieta y Fuenlabrada por jugar, el abismo está a seis puntos. No se salva nadie. Ni los jugadores, ni el cuerpo técnico. El vértigo ya está aquí.
El primer tiempo del Málaga CF en el Reale Arena fue un resumen del partido. Los de Natxo González pisotearon una vez más el escudo en unos bochornosos 45 minutos en los que no la olieron. Y para colmo en la primera ocasión del filial donostiarra, Karrikaburu adelantó a los vascos con una sensacional maniobra dentro del área. Pudo hasta tomarse hasta un café si hubiera querido. Entre Lombán e Ismael, el uno por el otro, dejaron la casa sin barrer y a Barrio vendido. No hay que dejar a un lado que el colegiado López Toca perdonó la segunda amarilla a Alkain tras un juego peligroso sobre Febas.
Pero siguiendo con el devenir del partido, el arranque del segundo tiempo fue una copia del primer acto. A la primera, los vascos vieron puerta. Una contra de bien llevada por Robert Navarro, que retrató una vez más a la defensa malaguista, acabó en un zapatazo a placer de Roberto López para poner el 2-0 en el marcador. Debajo del sótano, aún hay otra planta. Y ahí es dónde está el Málaga a día de hoy.
Para colmo el primer y único tiro a puerta del Málaga en el partido, obra de Brandon, se topó con la madera. Javi Jiménez sirvió un magnífico balón que el atacante malaguista envió a la madera. Además Vadillo protestó dos posibles penaltis, pero el colegiado no le compró ninguno. Habría sido peor si hubiese subido al marcador el tanto de Clemente que fue anulado por fuera de juego previo.
El equipo de Natxo vuelve a pisotear el escudo en una actuación difícil de olvidar. Por el contexto, el rival y lo mostrado en un estadio de Primera División. Son ya seis las jornadas sin conocer la victoria. O mejor dicho, un triunfo en 11 jornadas. La debacle sigue. Y como no se ponga solución al desastre, el abismo del descenso empezará a azotar a un vestuario incapacitado para jugar bajo tanta presión.