Podría ponerme un seudónimo para escribir sobre nuestras cosas con libertad, pero, ¿y si caigo en la tentación de hacerlo deliberadamente y perdiendo las formas? ¿Y si me dejo llevar por la corriente crítica que bajo anónimos se cuela por las redes sociales de forma despiadada? Si pudiera ponerme un apodo acudiría a Ella, a nuestra patrona, y le añadiría el de Atkinsons, mi colonia favorita para cada primavera. Victoria Atkinsons, que suena así como un nombre regio. Pero dejemos a la Virgen tranquila en su camarín, para acudir a Ella solo en casos de necesidad. Y la colonia… ojalá pudiera echarla sobre las redes sociales y perfumar un poco el ambiente pestilente, que parece muchísimas veces que allí se cuece algo podrido.
El Señor nos llama día a día desde múltiples lugares y contextos. El Señor, sí, Cristo, porque si somos cofrades somos de Dios, y nos pide realizar, entre otras muchas cosas, actuar. En el SÍ que le debemos dar a Él también va nuestro compromiso de cambiar el mundo, desde lo cercano a nosotros mismos, a lo más alejado; en lo pequeño, en lo inmenso. E incluso podemos intentar, como granitos de arena que somos en este universo, hasta cambiar a mejor y embellecer aún más, nuestra Semana Santa. Una de las vías para ayudar en este cambio, en esta transformación, cómo no, son las redes sociales. Esos lugares a los que estamos ya tan acostumbrados a estar que con solo un clic nos ponemos al día de los que nos quieran contar y de lo que nosotros decidamos creer. Es tan inmensamente fácil acceder, y tan adictivo, que dar nuestra opinión, como hacen algunas personas, sentando cátedra, se ha convertido en un monstruo engañoso. Como un inmenso gigante que nos ciega, perdiendo la conciencia de que en internet quedamos retratados para los restos.
En ese sí sincero del que hablamos debemos ser transparentes. Y algo que nos da pie y rubrica nuestra sinceridad y compromiso, debe ser firmar con nuestro nombre. Tener la valentía de opinar y que ya sea lo que Dios quiera. No disfrazarnos tras un alias de ángel exterminador que lo que hace, en vez de construir, es incendiar para así conseguir seguidores y muchos likes. (Cuidado porque entre las palabras haces y heces solo cambia una letra). Es triste que la maldad venda. Lo vemos cada día en tv. Pero esa gente que llenan tertulias dan la cara. Pero ponerte un apodo por el simple hecho de “hoy me dedico a machacar” a mí no me vale. Tampoco me sirve eso de “como no soy creyente porque me voy a dejar llevar por Dios” a lo que yo le contesto que “si nuestras cofradías son de Dios, qué haces entonces opinando tras un alias, qué intentas cambiar”. Todo se relativiza, se frivoliza, y con ello el trabajo hecho a conciencia y esfuerzo por nuestras hermandades, los albaceas, los artistas, las camareras… TODO con unos deditos locos y sin ningún recato se puede ir al traste. La libertad de expresión es uno de los principales logros que debe perseguir la humanidad. Pero los limites los pone la educación y la verdad. La verdad solo tiene un camino, pero a veces se cuelan tantas sombras de personas que quieren manchar, que es muy difícil alcanzarla y mantenerla.
Seamos valientes, consecuentes y decididos al opinar. Echémosle cara, demos la cara aunque nos la partan, pero pongamos siempre nuestro nombre si queremos mejorar y cambiar el mundo, hasta el de nuestras cofradías. Intentemos y consigamos acercar posturas, e incluso, porqué no decirlo, dejarnos llevar hasta aprender de otras personas y sus opiniones. He aquí nuestro reto, he aquí un renovado camino de pequeñas y grandes victorias.
Salvador De los Reyes