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La igualdad

Aprovecho la invitación del Vía Crucis para ir a Málaga y conocer la fiesta sobre el terreno. Percibo una singularidad: en Málaga, eso de la igualdad, hay quien se lo ha tomado en serio. Lo cual es de admirar. Que las cofradías son un agujero negro de machismo dentro de las sociedades contemporáneas no es un descubrimiento. El antropólogo Isidoro Moreno las llamó ‘clubes de varones’.

En Málaga, la mujer se visibiliza cada vez más. Aparece masivamente en los cortejos, ocupa lugares de protagonismo delante de los tronos y, cada vez más, conquista su espacio en los varales. Hay todavía faena, pero se van dando pasos para que la igualdad sea un hecho entre las cofradías malagueñas. Sin duda, ha sido determinante el impulso de las propias mujeres que se han lanzado con determinación a reivindicar el espacio que les corresponde por derecho propio.

Paco Candela Auditorio principe de Asturias

Como siempre, las instituciones van más lentas que la calle. Esos colectivos informales que han decidido emprender camino son los que han ido consolidando cada una de sus conquistas. Uno de ellos es puramente malagueño: Mujer Cofrade del Siglo XXI. Un grupo de mujeres que recorre España de norte a sur para reivindicar en cada ciudad la misma cosa: que se reconozca a la mujer el derecho y la libertad de participar en su Semana Santa como desee, quiera y pueda, en las mismas condiciones que los varones y con las mismas oportunidades.

Estas mujeres no quieren tener más derecho o que se les privilegie. No quieren cuotas ni acceso preferente. Solo piden que les dejen ser lo que quieran ser. Quieren vestirse de mantilla el Jueves Santo y cargar con sus tronos en la procesión del día antes. Quieren planchar la túnica de su hijo y que sus parejas les lleven el bocadillo mientras ellas se integran en los cortejos. Quieren hacer torrijas o gajorros, pero también quieren vestir a las imágenes sagradas, quieren bordar y dirigir tronos y pasos. Quieren ser manijeras y capataces. Quieren ser penitentes y monaguillas. Lo que a ellas mismas les salga de la bisectriz sin que nadie las discrimine por su sexo o por su orientación sexual.

Se trata de una reivindicación imparable. Bien haríamos los hombres en entenderlo de este y comenzar a dejarles su sitio. No como una derrota asumida sino como un gesto de generosidad y caridad. ¿No se trataba de amar al prójimo como a uno mismo? No existe ninguna razón objetiva para descartar a la mujer para ninguno de los roles que se dan en la celebración de la Semana Santa y las procesiones. Así lo entiende la Constitución Española y el Código de Derecho Canónico.

Es el momento de la igualdad radical y las cofradías deberían hacer buena gala de ello. No quedan excusas. Los hombres que hasta ahora hemos dominado la escena debemos entender que las sociedades cambian. Las mujeres tienen su propio papel en esta situación: reclamar y seguir avanzando. Sin prisa pero sin pausa. Ante esto yo solo puedo darles las gracias, porque harán mejor a nuestras hermandades y porque conquistarán espacios hasta hace poco impenetrables. Por eso, me pongo en pie, me quito mi capirote y digo en voz alta: ¡olé tu cxñx!

 

DANIEL MARÍN

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