Juanma Moreno estaba en noviembre de 2018 susurrándole sus anhelos al oído a una vaca en Córdoba y a los dos meses, el 16 de enero de 2019, se convertía en el primer presidente del PP en la historia de Andalucía. Algo más, en el primer dirigente de la Junta investido perteneciendo a un partido que no fuera el PSOE desde el estreno de las autonomías.
Se cumplen estos días seis años, un sexenio, desde que logró el pacto de gobierno con Ciudadanos y Vox para tomar por derecho San Telmo y toca hacer balance del ‘sexenio moderado’. Lo que empezó casi como un milagro, desbancar al socialismo del Gobierno andaluz, se ha demostrado en legislatura y media que era una transformación del electorado de la comunidad más profunda.
El cambio demoscópico se va cociendo en Andalucía a fuego lento durante décadas. Muchas capitales y grandes municipios van cayendo del lado azul ya desde mitad de los noventa y poco a poco se va arrinconando la idea de una Andalucía rural en pos de una región bastante más urbana de lo que aparenta el tópico, pese al evidente peso de los pueblos en ciertas provincias.
Este proceso tiene su punto álgido en las elecciones de diciembre de 2018, cuando los votos se la derecha son mayoritarios (si bien el socialismo ya necesita alianzas desde gobiernos atrás) y el malagueño Juanma Moreno da el ‘sorpasso’ definitivo para derrocar cuarente años del PSOE-A.
En medio de una expectación máxima por este cambio, y pese a la presión por tener a Vox como llave gubernamental, el Ejecutivo de Juanma Moreno se estrena sin grandes alharacas. Un giro tranquilo en el que se asume buena parte de la estructura anterior, aunque con el sello de la «moderación» y de gobernar para todos que es lo que ha querido, al menos, plasmar a nivel de imagen el dirigente nacido por azares de la vida Barcelona pero criado en Málaga.
Un día, Juanma Moreno estaba hablándole a la vaca Fadi contándole que «ya era hora» de dar un vuelco a 40 años de socialismo y cuatro años después se despertaba en medio de otra resaca electoral haciéndose el tatuaje en el brazo de ‘A58’, promesa por conseguir los 58 escaños que le dieron la mayoría absoluta en Andalucía en 2022. La prueba de que el mensaje de moderación y ese perfil tranquilo de no hacer demasiado ruido ni meter la pata más de lo necesario había calado en el electorado.
Un Gobierno andaluz con la bandera presente
En 2022 empezaba así un nuevo Gobierno andaluz para el PP sin tener la mochila del anterior con la figura de Juan Marín (Cs) acompañándolo durante sus primeros años o sin tanta presión por los dimes y diretes de Vox. Además, conformaba un Ejecutivo en el que Juanma Moreno brilla con luz propia sobre sus consejeros: «el Gobierno de Juanma».
Ya también como gran estilete del PP nacional (él como opción moderada y Ayuso la alternativa dura) y con los cantos de sirena de Madrid en el horizonte, el presidente ha querido remarcar la idea de que ahora mismo conviene más un Partido Popular andaluz fuerte (al estilo del gallego, por ejemplo) para hacer contrapeso a la política estatal.
Otra de las señas de identidad aparte de esa búsqueda de la moderación (discutida por la oposición), ha sido la de entroncar con el andalucismo histórico y realizar un discurso relativamente identitario y pendiente de cuestiones históricas. La cuestión de la blanquiverde, con el 4-D como Día de la Bandera Andaluz por la muerte del malagueño Caparrós, o incluso ahora la protección del lenguaje andaluz son caminos con lo que busca remarcar que él busca afianzar esa visión andalucista, blasinfantista…
¿Y ahora qué? Pues ahora todo apunta a que una vez que María Jesús Montero estará cogiendo el AVE constantemente entre Madrid y Sevilla para liderar el PSOE-A, empieza una nueva etapa política con este ‘Moreno vs Montero’ que tendrá que poner las pilas a los populares.
Eso sí, las últimas elecciones municipales y algo menos las generales, son indicativo en que el electorado sigue siendo favorable al PP, al que le conviene seguir apuntalando ese mensaje de moderación y que este sexenio moderado se prolongue en el tiempo. Mimbres tiene, otra cosa es la realidad cambiante. Un día va uno al prado como perdedor que habla con las vacas y al día siguiente porta el chaleco como un presidente con poder de representación y un aval político de su partido. Los caminos de la Junta son inescrutables.