Silencio absoluto. Oscuridad casi total. Respiraciones contenidas en un ambiente casi irreal pero imponente. Una atmósfera que ni los grillos se atrevían a romper con su característico cantar. A los pies de la majestuosa Alhambra asomaba enmudecido el Cristo de la Misericordia, grandioso en su quietud.
Pocas experiencias resultan ser ascéticas y místicas en la vida de una persona. A menudo, el ruido y el bullicio de una vida frenética y sin pausa nublan la importancia de detenerse, de marcar un aquí y ahora. Sin embargo, en medio de una multitud el silencio consiguió hacerse, y todas y cada una de las personas espectadoras pudieron parar y estar en el presente, vivirlo en todas sus letras. Reinaba un silencio compartido que unía más que mil palabras. Sin necesidad de grandes aspavientos, las oraciones transcurrían silentes en la mente de cada individuo que conformaba la estampa que embellecía -más si cabe- el hogar de la Alhambra.
De esta manera casi astral, finalizaba un Jueves Santo redondo donde todo lo que podía salir bien lo hizo -ley de Murphy lo llaman-. Sin embargo, la jornada comenzó mucho antes. Desde la Iglesia de San Cristóbal partían, al calor de la media tarde, Jesús de la Pasión y su madre, la Virgen de la Estrella, envuelta en incienso y ataviada con un azul de piedra preciosa -el color de la realeza- que brillaba bajo el sol. Acompañados por la Herencia Albayzinera, madre e hijo recorrieron las calles iluminando las pupilas de aquellos que llevaban esperando ese momento durante más de 365 días.
A la fulgente Estrella la precedió la rojiblanca hermandad de la Aurora con alrededor de 500 camareras como acompañantes, cifra histórica que se corona como la mayor de la Semana Santa granadina. Con cuidado y esmero, Jesús y la Virgen patearon la ciudad, pasando por las estrechas calles de San Gregorio, ante las que fue necesario levantar el faldón del palio para bajar cuidadosamente la empinada escalera con la misma delicadeza con la que se cura una herida. Los espectadores que, curiosos, asomaban a los balcones, no pudieron evitar tocar el palio de los pasos en los giros más estrechos de la ciudad. Minutos después, ante la imagen de la Virgen coronada con el dorado halo, a los granadinos no les quedo de otra que piropear sin cesar a la madre al efusivo grito coral de «guapa, guapa y guapa».
Mientras tanto, escasos quince minutos antes una inocente vocecilla infantil emocionaba a la Iglesia de María Auxiliadora, dedicando la levantá del Cristo de la Redención a los afectados por la DANA, no dejando caer en el olvido la tragedia que conmocionó a todo el país y cuyas víctimas merecen ser recordadas y honradas en el corazón de los ciudadanos. Y la cosa no quedo allí, las voces aniñadas del Colegio Salesiano se unieron en un solo coro de pureza e ingenuidad para cantarle tanto al Cristo como a su madre, la Virgen de la Salud, a la que dedicaron su himno, ‘Redentora y Salesiana’. Querida por todos, la estación de penitencia fue recibida por un cálido abrazo multitudinario en el Zaidín, que se quedó sin ganas de dejarlos marchar.
Aunque, la tarde comenzó en la Carrera del Darro, al lado del fresco río, con unos talones envueltos en tiritas para aguantar la jornada venidera. No podía ser de otra manera, el dolor de unos elevados salones negros de mantilla no iban a estropear la caminata junto a la Virgen de la Concepción y su primogénito, Jesús del Amor y la Entrega. Con la Alhambra como telón de fondo, la escena resultante fue simplemente espectacular. Entre rosarios sujetos por guantes de encaje negro y elegantes mantillas pincelando la acera de negro carbón, ambos pasos fueron deslizándose dejando un reguero de lágrimas de emoción que contribuyeron a llenar el fino río bajo sus pies.
Al ritmo de caricias a mantones, palios y cirios, el Jueves Santo transcurrió solemne entre cuestas granadinas, opacando al mismísimo monumento nazarí y aromatizando en perfumado incienso las calles de la ciudad, una ciudad que, durante unas horas, ha ascendido en una chicotá al cielo, llegando a tocar las puertas de un paraíso que visita Granada una vez al año.
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