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La calor

Para evitar que las insufribles feministas del Ministerio de Igualdad que padecemos, me tachen de ·”machista” por masculinizar la abrasadora canícula que nos devora este verano, he escogido la versión femenina que acepta la RAE  para describir el sofocante calor que está torturando nuestros cuerpos y mentes en estas noches de casi obligado insomnio.

El calor que padecemos al igual que el frío, nos produce unas sensaciones térmicas que las mitigamos con una disminución o aumento de la temperatura ambiental. Cuando no existía el aire acondicionado o la calefacción , eran los abanicos, los ventiladores o el simple fuego, alumbrado con materias orgánicas como el carbón o la madera, con los que combatíamos las intemperancias climáticas.

Paco Candela Auditorio principe de Asturias

Pero gracias al descubrimiento de nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo, la nuclear o las renovables, se  ha conseguido dominar las oleadas de calor o frío que en ocasiones nos agobian  durante los cambios estacionales. Lo cierto es que todos los españolitos de a pie estábamos tan contentos, porque  confiábamos en esos 22º o 23º con los que todos los veranos disfrutábamos de una agradable temperatura en restaurantes, centros comerciales o locales cerrados, gracias a la energía eléctrica que alimentan los acondicionadores de aire.

Pero cuando el verano empieza a proporcionar a pesar de “la caló”, como decimos en Andalucía, una alegría a nuestros hoteleros, restauradores, comercios, y en general a los trabajadores duramente castigados desde la pandemia, viene Pedro Sánchez y se descuelga una vez más, con un Real Decreto-ley , rectificado como es habitual, para amargarnos de nuevo la vida a los españoles, enredar las relaciones institucionales con las CCAA y sembrar la duda y la confusión como ocurrió con la pandemia. Es decir del confinamiento inconstitucional  hemos pasado al dudoso racionamiento energético. Groucho Marx, actor y cómico norteamericano,  decía que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.”

Por eso no parece preocuparle la oleada de incendios que todavía asola España y que  la mayoría de sus orígenes desmienten su absurda y obsesiva  apelación al cambio climático, ni la alarmante sequía que deseca los embalses. Sequía a la que nos condenó su mentor y padrino Rodríguez Zapatero al rechazar el Plan Hidrológico Nacional financiado por la UE, causando un grave perjuicio a la agricultura y al uso general de tan preciada fuente de riqueza como es el agua. No podrá tampoco controlar las temperaturas, ni los alumbrados públicos, ni que los bancos y las empresas de electricidad nos trasladen a los ciudadanos ese nuevo impuesto sobre los “ricos” que pagaremos al final los que no lo somos. ¡Que disfrute en La Mareta  Sr. Presidente! y vigile la temperatura que el hielo no  le faltará…

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