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Málaga busca el yacimiento fenicio más importante del mundo en el Cerro del Villar

José Suárez sujeta con delicadeza el hallazgo. Lo pule ligeramente con su propia camiseta y extiende sus manos para mostrarlo. En su cara se dibujan la ilusión y la esperanza, también el convencimiento de que van a encontrar “más de lo que podamos imaginar”. Porque ese trozo de poco más de dos centímetros de cerámica etrusca de color negro ha sido un chute de optimismo entre las cerca de 40 personas que desde este martes han comenzado a excavar en Cerro del Villar. Un pequeño terreno ubicado junto al parque natural del río Guadalhorce de la capital malagueña, que se ha mantenido ajeno a la expansión urbanística y en cuyo subsuelo —consideran los expertos— se halla una de las ciudades fenicias mejor conservadas del mundo. Calles, edificios y viviendas que se edificaron en el siglo VIII a.C. sobre una isla y que conforman una urbe que pudo ser el germen de la actual Málaga. Suárez sostiene el pequeño trozo de cerámica y cuenta que pertenecía a una copa que previsiblemente fue elaborada en la península itálica. Esto evidencia que “había unas relaciones comerciales muy activas” que hacían que un objeto pudiese viajar aproximadamente 1.500 kilómetros y acabar en un asentamiento fenicio.

Al ser un utensilio reservado a personas “de cierto estatus”, revela también una población económicamente floreciente que desarrollaba una industria alrededor de la pesca y el cultivo de la vid, como demostrarían trabajos anteriores realizados en la zona en los que se recogieron raspas y semillas.
Para este investigador de la Universidad de Málaga (UMA), institución que impulsa los trabajos con el apoyo del Área de Cultura del ayuntamiento y la Junta de Andalucía, el primer golpe de azada ha supuesto una regresión en el tiempo, a finales de los ochenta, cuando pisó por primera como voluntario esa explanada que después concentraría parte de sus anhelos profesionales. “Para mí se ha cerrado un círculo”, comenta a El Confidencial. Ahora es el coordinador de la excavación de un yacimiento que podría aportar mucha información sobre una civilización clave en la fundación y desarrollo de Málaga como ciudad. Durante el lunes se realizó una “prospección geofísica del subsuelo”, una especie de “radiografía” que desveló la presencia de “estructuras habitables”, “calles” y posibles “edificios públicos”. El tipo de construcción recuerda “a los pueblos griegos”: “Varias estancias a distintas alturas que daban hacia patios interiores y techos planos que tenían su utilidad”, explica el experto, que destaca que el gran valor de Cerro del Villar es que lo componen nueve hectáreas sobre las que no se ha edificado. “Su excepcionalidad y potencialidad están en su accesibilidad a los restos”.

Luces de la Concepción

Se trata de una extensión virgen de hormigonera y ladrillo que en los sesenta era una plantación de caña de azúcar. Fue en aquellos años cuando se hallaron los primeros vestigios en superficie y los arqueólogos e historiadores comenzaron a intuir que bajo esa capa de tierra podía haber algo interesante. Desde entonces y hasta su catalogación actual como bien de interés cultural (BIC), han pasado muchas cosas. Hubo que cambiar el trayecto de la autovía para que no fuese sepultado en cemento, convencer a las administraciones de la importancia del posible hallazgo y comenzar unos trabajos que se iniciaban y posponían. Investigadores de la Universidad de Granada hicieron los primeros sondeos en los setenta, que confirmaron las creencias iniciales, aunque fue María Eugenia Aubet, actualmente catedrática emérita de la Universidad Pompeu Fabra, quien prosiguió las excavaciones y determinó la posible existencia de un “hábitat doméstico”.

Excavación internacional

Esta labor previa ha permitido mantener impoluta una zona sobre la que están depositadas muchas esperanzas para conocer mejor la estructura social, la economía o la arquitectura de los fenicios. Y lo mejor es que esperan hallar las primeras edificaciones “a tan solo medio metro”. “Esto es un sueño”, comenta Carolina López, profesora en la Universidad de Chicago y que coordina a algo más de una quincena de estudiantes de este centro, que se han desplazado a Málaga para realizar una especie de Erasmus arqueológico. Entre ellos hay alumnos de antropología o historia antigua, pero también futuros astrofísicos o filósofos. No son los únicos voluntarios. También hay una veintena, vinculada a la UMA, que este martes trabajaba en cuadricular el terreno con base en los resultados de las prospecciones. “¿Ves esas cintas de balizamiento?”, preguntan María José y Lidia mientras señalan una especie de carriles creados con la señalización, “pues eso podrían ser calles”, aclaran antes de detallar que se establece una metodología de trabajo muy concreta para datar con el máximo rigor cualquier hallazgo. Y es que en las excavaciones actuales son tan importantes los pinceles como los dispositivos GPS.

En la mesa donde se coordina la función de cada uno de los dos “grupos de campo”, bajo dos carpas que con su sombra conceden cierto alivio a los voluntarios, se observan dos dispositivos que llaman la atención. A simple vista, se podrían confundir con unos prismáticos o algún tipo de aparato de infrarrojos, pero nada más lejos de la realidad. “Es un generador de códigos QR que se asigna a cada uno de los hallazgos”, aclara José Suárez, que añade que cada uno contiene información del lugar en el que ha sido encontrado, así como todos los detalles de la pieza. La exacta geolocalización de su ubicación facilitaría notablemente una posible recreación virtual de la ciudad, que podría acercarla a futuros investigadores y estudiantes. Porque hasta que las administraciones no acondicionen la zona como un hipotético recurso patrimonial, el yacimiento volverá a ser sepultado para garantizar su preservación. “Toda la arena que vamos a retirar se conserva para tapar de nuevo la excavación”, comenta el coordinador de la misma, que apunta que no se podría dejar a la intemperie por el riesgo de lluvia. “El agua es el peor enemigo”, comenta, para añadir que las construcciones de aquella época se hacían con “piedras de río y barro” y que los suelos “eran de tierra apisonada”, por lo que son materiales muy erosionables. Precisamente fue este elemento el que pudo provocar la destrucción de esta ciudad en dos ocasiones. La primera, como consecuencia por una inundación fluvial, y la segunda, por un fenómeno costero. “Un gran temporal o un tsunami”, añaden los expertos. López considera que probablemente haya una ciudad sobre otra y detalla que los cambios de tonalidad de la tierra “pueden ser un ‘chivato’ de que nos vamos acercando” a los niveles en los que se encuentran las estructuras.

Las piezas que se hallen no volverán a ser enterradas. Los investigadores y voluntarios que conforman el grupo de laboratorio son los encargados de limpiarlas y clasificarlas para su posterior conservación. Pero no imaginen que únicamente se protegen útiles y otros objetos, también “material orgánico, residuos materiales o semillas”. Restos que pueden ayudar a conocer la “organización social o económica” de una civilización altamente comercial. Incluso hay quien considera que Cerro del Villar fue “la primera calle Larios” —la vía con las tiendas más importantes de la capital—, para pasar a convertirse en un antepasado de los actuales polígonos. Los expertos piensan que las dos catástrofes que azotaron la isla empujaron al medio millar de personas que habitaban en ella a trasladarse a una zona ubicada a mayor altitud y se asentaron donde hoy en día se ubica el centro de la ciudad. “Creo que vamos a encontrar más de lo que podemos imaginar”, afirma convencido José Suárez, que fantasea con despertar una ciudad que durante siglos y siglos ha permanecido enterrada y, por qué no decirlo, ignorada, sobre la que se podría haber cimentado la fundación de Málaga. El equipo que coordina tiene un mes para hacer realidad las expectativas. Es el tiempo que han ganado gracias a la subvención gestionada por la edil de Cultura, Noelia Losada, y saben que deben aprovecharlo bien. “En una semana habremos avanzado mucho”, señala la profesora de la Universidad de Chicago, mientras que María José se despide desafiando: “Ven dentro de unos 20 días, y ya verás lo que hemos encontrado”. Los estudiantes de Chicago, mientras tanto, seguirán disfrutando de los menús de un bar que hay en las cercanías: “Lo de primero, segundo y postre es nuevo para ellos”.

Fuente: EC

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