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Un alcalde para la eternidad

Francisco de la Torre, desde su libérrima libertad, ha tomado la decisión de optar una vez más  a regir los destinos de la ciudad de Málaga. Ha dedicado  más de dos lustros de su vida al gobierno de su querida ciudad, al frente de la Alcaldía. Y de nuevo asume,  en el albor de sus ochenta cumpleaños, el meritorio  compromiso de seguir sacrificando su familia, sus aficiones, sus amigos por el incansable, generoso y arduo trabajo de servir al ciudadano.

He tenido el gran privilegio de colaborar con Francisco de la Torre durante los años de mi mandato como representante del Gobierno de España en Málaga hace ya diez años y he de confesar que esa cercanía me ayudó a comprender  las razones  por las que ha superado los límites de resistencia física y  mental en el ejercicio de cualquier cargo público. Es envidiable su constante preparación física, su potente capacidad intelectual y especialmente su tesón y constancia para la consecución de aquellos objetivos que ha considerado beneficiosos para los malagueños y su querida Málaga.

Pero me voy a permitir destacar una cualidad que hoy se echa de menos en el ejercicio de la política y no es otro que el respeto por la institución que representa. Siempre ha procurado mantener su independencia y criterio personal cuando ha tenido que adoptar relevantes decisiones o  cuando se ha visto obligado a dialogar y consensuar los equilibrios de poder con todas las fuerzas políticas del consistorio. Ha actuado anteponiendo los intereses  del municipio a los partidistas, lo que le ha producido a veces no pocas  tensiones e incomprensiones.

Su anuncio de volver a intentar una nueva reelección a su avanzada edad, demuestra que ésta no representa ningún obstáculo para la administración y buen gobierno de los intereses de los ciudadanos. Personajes de la vida pública nacional e internacional como Manuel Fraga, Konrad Adenauer o la propia Reina Isabel II recientemente fallecida, son claros ejemplos de que la vocación por el servicio público mantienen viva la ilusión de la permanencia en el poder, incluso hasta la extenuación física.

En los tiempos convulsos que vivimos, se agradece que personas expertas y templadas como Francisco de la Torre lleven el timón de la gobernabilidad de un ayuntamiento. La austeridad en sus costumbres, la  racionalidad y sentido común en las decisiones y la capacidad de diálogo son cualidades que le adornan y de las que lamentablemente hoy adolece quien dirige los destinos de nuestra nación,

Si el pueblo de Málaga le revalida su  mandato para otros cuatro años y todo indica que así puede ser, le esperan retos de gran trascendencia para el futuro de una de las capitales más atractivas y admiradas de España y Europa. No es fácil hoy concitar confianza y credibilidad en quien o quienes lideran nuestra sociedad y él lo ha conseguido desde hace

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