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Tanto el frío como el calor pueden provocar problemas cardiovasculares

Tanto el frío como el calor desencadenan una respuesta de estrés en el cuerpo humano y pueden provocar problemas cardiovasculares, según ha demostrado un estudio realizado por el Departamento de Ciencias del Deporte de la Universidad de Innsbruck (Austria).

Las crisis climática y energética se cuentan actualmente entre los mayores retos de nuestro tiempo y están teniendo un efecto físico directo en la salud de las personas.

Por ejemplo, la crisis climática está provocando olas de calor más frecuentes, largas e intensas, responsables de más muertes que las catástrofes naturales. Además, la crisis energética está provocando un aumento de los costes de la energía y obligando a muchos hogares a calentar sus casas con menos frecuencia o a no hacerlo en absoluto.

Lawley, junto con su grupo de investigación, el Laboratorio de Ejercicio y Fisiología Ambiental, y científicos internacionales, han investigado en dos estudios, publicados en las revista científicas ‘Scientific Reports’ y ‘Experimental Physiology’, las respuestas fisiológicas a una ola de calor simulada y a temperaturas ambientales frías, centrándose en el sistema cardiovascular.

«En ambos estudios reprodujimos temperaturas ambientales reales a las que podría estar expuesto el cuerpo y pudimos mostrar respuestas fisiológicas que podrían ayudar a explicar las conocidas variaciones estacionales en las muertes cardiovasculares», ha explicado Justin Lawley, líder del estudio, que se ha publicado en la revista científica ‘Scientific Reports’.

Luces de la Concepción

En el marco del proyecto Escudo térmico de Horizonte 2020, el grupo de Lawley colaboró con colegas de Eslovenia para examinar cómo afectan las olas de calor a la salud de los trabajadores industriales. Siete participantes varones pasaron nueve días laborales regulares consecutivos en un entorno de laboratorio controlado.

El primero y los tres últimos días, las temperaturas normales de verano para las condiciones centroeuropeas oscilaban entre 25,1 y 25,7 grados durante el trabajo y entre 21,8 y 22,8 grados durante los periodos de descanso.

Los días cuatro a seis representaron la ola de calor; durante este periodo, los investigadores crearon temperaturas ambientales de entre 35,2 y 35,8 grados durante los periodos de trabajo y de 25,5 a 27,1 grados durante los periodos de descanso, incluso mientras dormían por la noche. Durante todo el estudio, los participantes realizaron tareas diarias para simular el trabajo industrial típico.

«En este estudio utilizamos un protocolo que simula las condiciones actuales de una ola de calor en combinación con el estrés ortostático, es decir, el cambio de postura, para determinar el estrés cardiovascular y termorregulador de los trabajadores industriales», ha descrito Lawley.

Los resultados muestran que incluso las olas de calor relativamente leves provocan un aumento de la temperatura central y de la piel y un incremento del flujo sanguíneo cutáneo. Aunque estas reacciones fisiológicas ayudan al cuerpo a evitar el sobrecalentamiento en reposo, al estar de pie el organismo debe ahora defender tanto la temperatura interna como mantener la presión sanguínea para evitar desmayos, lo que supone un esfuerzo adicional para el sistema cardiovascular.

Curiosamente, muchas de estas respuestas persistieron una vez finalizada la ola de calor, lo que sugiere un efecto residual de la misma. «Estas respuestas reflejan el estrés del sistema cardiovascular al que se enfrentan los trabajadores industriales durante las olas de calor, que pueden provocar enfermedades por calor, desmayos e incluso potencialmente la muerte por accidente o complicaciones médicas graves en personas con enfermedades cardiovasculares subyacentes», ha señalado Lawley.

ESTUDIO SOBRE EL FRÍO

En otro estudio, Lawley, junto con un equipo de once investigadores, examinó el impacto de la exposición leve al frío en el sistema cardiovascular, centrándose específicamente en qué mecanismos son responsables del aumento de la presión arterial. Además de investigadores de Innsbruck, también participaron científicos de Gran Bretaña y Canadá.

Dado que es importante prevenir el aumento de la tensión arterial con el frío, el estudio pretendía examinar si el aumento de la resistencia de los vasos (es decir, la vasoconstricción) se debe a un cambio del flujo sanguíneo en los músculos esqueléticos o simplemente en la piel.

En un laboratorio del Departamento de Ciencias del Deporte de la Universidad de Innsbruck, los investigadores enfriaron la temperatura de la piel de 34 sujetos de prueba de los 32 a 34 grados normales a unos 27 grados con aire frío de diez grados: en una ocasión se enfrió todo el cuerpo y en otra sólo la cara.

«Observamos que cuando se enfría toda la superficie del cuerpo, la presión arterial aumenta principalmente debido a un aumento de la resistencia vascular de la piel, aunque también se produjo un ligero aumento reflejo de la resistencia de los vasos sanguíneos del interior del músculo esquelético. Sin embargo, y esto es importante, cuando sólo se enfriaba la cara, observamos un aumento muy similar de la presión arterial que se debía a un aumento reflejo de la resistencia vascular de la piel en todo el cuerpo», ha detallado Lawley.

Así, el equipo pudo demostrar que el mecanismo o mecanismos responsables del aumento de la presión arterial durante la exposición al frío dependen de qué partes del cuerpo estén frías. Estos datos son importantes para educar a la población sobre la prevención de las posibles consecuencias negativas de la exposición al frío porque, contrariamente a la percepción de muchos, el frío es incluso más peligroso para el organismo que el calor.

«No hacen falta temperaturas bajo cero, como podría pensarse, para provocar reacciones graves en el organismo, algo que será habitual para muchas personas que no puedan calentar sus hogares durante la crisis energética. Aunque la gente suele saber que debe llevar ropa de abrigo para proteger la piel del cuerpo, los brazos y las piernas, hemos podido demostrar que proteger la cara es igual de importante incluso con una temperatura ambiente suave de diez grados», ha indicado Lawley.

Ambos estudios demuestran que las condiciones climáticas pueden tener efectos extremos sobre nuestro sistema cardiovascular. Aunque los aspectos negativos para la salud desencadenados por las olas de calor aumentarán debido a la crisis climática, resulta especialmente sorprendente que incluso temperaturas frías en torno a los 10 grados puedan tener efectos negativos significativos sobre nuestro sistema cardiovascular incluso en los jóvenes que participaron en estos estudios.

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