El actor Marcos Marcell ha sido nombrado miembro de la Academia de las Artes Escénicas de Andalucía. En el siguiente comunicado ha manifestado su satisfacción.
«Queridos amigos de la prensa, acercándome ya a la treintena de dedicación profesional al mundo de la interpretación, me ha parecido interesante compartir con vosotros, que siempre habéis apoyado mi trabajo y todas las iniciativas que desde Proyecto Platea hemos planteado, y que desde luego, habéis colaborado, y seguís colaborando para que el Teatro tenga un hueco en la información de nuestra comarca, una importante noticia que me afecta directamente: tengo el gusto de comunicaros que recientemente he sido nombrado Miembro de la Academia de las Artes Escénicas de Andalucía. Para mí es un importante reconocimiento, y que de algún modo, refleja el amor y el respeto que siento por lo que durante treinta años que dura ya mi carrera artística, ha sido mi principal pasión: la interpretación.
Recuerdo haber hecho teatro desde los cinco años. Me recuerdo sobre las tablas desde que tengo uso de razón: declamando poemas o protagonizando algún entremés u obra infantil. Recuerdo haber hecho mi primer Shakespeare a los ocho (una «Fierecilla Domada” en versión infantil, mi primer “Ganas de Reñir”, de los Quintero a los nueve, o una “Elección de los alcaldes de Daganzo”, deCervantes a los diez, y declamar a Machado, Cernuda, Hernández o Lorca en los actos del colegio al que asistía. Después en el Instituto he seguido representando, más tarde en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga y durante veinticinco años, trabajando en diferentes compañías y productoras, período durante el cual tuve la suerte de visitar y disfrutar de mi trabajo en infinidad de teatros de toda la geografía española. A nivel técnico he trabajado como regidor en el Teatro de la Zarzuela de Madrid o el Teatro Circo Price. Y me he seguido formando, investigando para el Instituto del Teatro de Madrid o la Universidad Complutense, viajando allende los mares, a la Argentina, o acercándome hasta Almagro, para beber de las fuentes más eruditas y buscando y descubriendo mis propias herramientas para forjar mi camino como director o intérprete. Un largo periplo que finalmente me ha devuelto a mi ciudad, y en la que actualmente sigo buscando los caminos teatrales más vanguardistas sin olvidar que lo clásico es la fuente de la que no se puede dejar de beber, compartiendo con mis alumnos y colaboradores todo aquello que durante mi viaje he ido aprendiendo.
Pero cuánto me queda por descubrir…
He vivido el teatro intensamente, tanto desde el punto de vista artístico como técnico, y he podido entender que éste es un arte que tiene como eje central el ser humano. Es un arte probado con funciones educativas, un lenguaje específico universal que permite el encuentro de las diferencias con una meta de intercambios culturales y de comunicaciones humanas. Es un catalizador, una encrucijada y un espacio de encuentros: no nos pertenece ni siquiera a los que tanto tiempo llevamos dedicándole nuestra vida. Es la posesión de todos los espectadores donde cada uno pone el contenido que quiere. Existen las palabras y el sentido de las palabras, los gestos y el sentido de los gestos, el ser humano y
el sentido del ser humano. Aun formando parte de las artes del espectáculo, asume su propia evolución por medio de una permanente investigación, sumada al desarrollo del hombre y de la vida con una preocupación constante de respeto al público.
El teatro y su arte está constituido por un conjunto de valores, reglas, principios, preceptos, modelos y muchos datos teóricos y prácticos cuya meta es guiar las intervenciones del profesor a fin de mejorar los aprendizajes de todos los participantes, ayudar a imaginar y a descubrir, a sugerir caminos que conduzcan a las preguntas que permiten que el aprendiz tenga una apertura a la comprensión, a la explicación o a la justificación. Así, el trabajo del profesor de teatro se fundamenta sobre una estrategia pedagógica: despertar la motivación, suscitar el interés, estimular la sed del alumno hacia el saber.
Esta última afirmación es lo que siempre me ha movido como enseñante del teatro a seguir avanzando en mi afán por hacer llegar el arte de Thalía y su enorme riqueza a cuanta más gente sea posible. Pero si hay algo que siempre, como profesor, me ha cautivado, y que yo mismo aprendí de mis profesores, es poder enseñar a los alumnos que, antes que ser grandes actores, deben ser espectadores críticos. Un espectador crítico, que no criticón, pone en valor el enorme esfuerzo que supone exponerse ante un público muchas veces implacable, el esfuerzo titánico que conlleva hacer una puesta en escena, y los recursos, teóricos, humanos y materiales que este trabajo requiere.
Y ese es mi empeño, que en Ronda exista una apuesta por el Teatro digna, seria y prolongada en el tiempo, y que se todos esos conceptos sepuedanaprenderenunforoprofesional,comprometidoyriguroso,sinolvidarel evidente aspecto lúdico que también posee el teatro.