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ARTÍCULO OPINIÓN | Saltando charcos

Que levante la mano el que ha escrito un tuit y no lo ha borrado cien veces, para reescribirlo doscientas, mejorarlo cuatrocientas veintitrés y al final, ha terminado quitándolo hasta de borradores para no caer en la tentación de enviarlo. Responsabilidad se llama. En este campo de opiniones que es twitter todos tenemos la nuestra y el derecho a opinar, por supuesto, pero también tenemos la responsabilidad de hacer opiniones constructivas y no andar gritando como energúmenos contra nazarenos/as, hombres y mujeres de trono y hermandades. Nuestra opinión no es LA VERDAD ABSOLUTA. Probablemente no sea ni la verdad, es, nuestra verdad, a la que le falta el resto de verdad que desconocemos. Pero aún hay muchos usuarios que utilizan twitter para amonestar públicamente, señalar con el dedo o ejemplificar con lo bien que lo hace (él o ella)… ya no hablamos de los que se autocomplacen públicamente como generadores de opinión y les avalan cuatro ‘me gusta’ (dos de ellos de otras cuentas suyas, como si el resto no supiéramos quién es quién) y el retuit del compadre. Es muy difícil poder opinar hoy en día con responsabilidad y sin hacer daño a una hermandad o grupo. Ahí tenemos sin más, un vídeo que perjudicó al infinito a la Agrupación de Cofradías, que corrió como la pólvora en mitad de una Semana Santa y que fue muy culpable de la famosa frase ‘privatizar la Semana Santa’ que hoy se repite como un mantra en cualquier ocasión. O aquella moda de hacer fotos de hermandades y personas que no cumplían los mínimos en las salidas procesionales. Y es que twitter es un arma insuperable, algo que puedes pensar que tú lo haces de buena fe y se convierte en monstruo de siete cabezas porque otros vienen y lo utilizan de manera diferente al sentido que le habías dado tú. Y eso ya, es imparable. Porque cuando lanzas un tuit, ya no es tuyo, y en el campo, siempre hay barro, y charcos, y de ahí a que se apropien tu idea para hacer más charcos hay sólo un ‘enviar’. Por suerte hay personas constructivas que enseñan, hacen hilos maravillosos, de los que se aprende y mucho, o simplemente, tuitean con responsabilidad. Todos hemos metido la pata alguna vez, o muchas, pero aprender a saltar los charcos es también una opinión. Porque el silencio, muchas veces, es mejor que señalar. Y más cristiano.

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