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Expertos apuntan que leche materna es «imposible de replicar»

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los bebés sean alimentados exclusivamente con leche materna durante sus primeros seis meses de vida, y luego se utilice como complemento en su dieta hasta los dos años, siempre y cuando la madre pueda amamantar y cuente con el apoyo adecuado de su familia y otros condicionantes sociales.

«Es el alimento ideal para los lactantes. Es segura y limpia y contiene anticuerpos que protegen de muchas enfermedades propias de la infancia. Además, suministra toda la energía y nutrientes que una criatura necesita durante los primeros meses de vida, y continúa aportando hasta la mitad o más de las necesidades nutricionales de un niño durante la segunda mitad del primer año, y hasta un tercio durante el segundo año. Los niños amamantados muestran un mejor desempeño en las pruebas de inteligencia, son menos propensos al sobrepeso o la obesidad y, más tarde en la vida, a padecer diabetes. Las mujeres que amamantan también presentan un menor riesgo de padecer cáncer de mama y de ovario», destaca la OMS en sus recomendaciones sobre lactancia.

Sin embargo, existen casos en los que las madres, ya sea por razones médicas o personales, no pueden amamantar a sus hijos o utilizar leche materna donada. En estas situaciones, la leche de fórmula «es una opción válida y segura desde el punto de vista científico».

«La mejor nutrición para los niños es la leche materna. Sin embargo, estamos lejos de alcanzar por lo menos el 50 por ciento de niños que tienen lactancia materna para 2025. Ahora mismo, estamos solo en el 41 por ciento», ha lamentado en encuentro con medios de comunicación en Utrecht (Países Bajos) la directora ejecutiva de Ciencias Médicas y Nutricionales en Early Life de Danone Nutricia, Rocío Martín.

La experta trabaja en el Centro de Investigación e Innovación de la compañía en Utrecht, que este 2023 cumple diez años. Con cerca de 500 empleados, cuenta con laboratorios de ciencia y tecnología, una planta piloto para producción a pequeña escala y un laboratorio sensorial que cuenta con la participación de familias y pacientes para probar sus leches de fórmula infantil.

LA IMPORTANCIA DE LOS 1.000 PRIMEROS DÍAS DE UN BEBÉ

Rocío Martín defiende, al igual que la OMS, que «lo que pasa en los primeros años de vida tiene un impacto en la salud de los niños cuando son adultos». «La nutrición es tan importante porque todo lo que comemos llega al estómago y el intestino. Más del 70 por ciento de las células del sistema inmunitario están en el tracto gastrointestinal y hay 100 millones de neuronas en el intestino», ha resaltado.

Misma opinión comparte el jefe del equipo de Microbiología de Danone Nutricia en Utrecht, Guus Roeselers: «Un bebé es inmaduro, no es un adulto pequeño. Los órganos aún tienen que desarrollarse, igual que el sistema inmune, la microbiota intestinal, el cerebro, el sistema digestivo, el metabolismo, los huesos…».

Por ello, ha puesto en valor la importancia de los «1.000 primeros días de vida» de un bebé para su salud: «Los primeros 1.000 días sientan las bases de la salud para toda la vida». En este punto, es clave la leche materna, tal y como recuerda el director de Investigación y Ciencia Analítica de la Leche Materna, Ciencia Médica y Nutricional de Danone Nutricia, Bernd Stahl.

«La leche materna empieza después del nacimiento, aunque ya hay evidencia de que se pueden encontrar partes de la leche en el líquido amniótico donde está el bebé en la placenta. Si los bebés toman bien la leche materna, aunque no es una medicina, están más preparados para enfrentarse a las infecciones y las enfermedades», ha argumentado este experto.

Guus Roeselers añade que la leche materna es particularmente buena para la microbiota intestinal de los bebés, es decir, las bacterias que están en su intestino. «Una buena microbiota ayuda a la digestión la comida, produce algunas vitaminas como la B12 y K, regula la energía del metabolismo, nos defiende contra microorganismos peligrosos y tiene influencia en la comunicación entre el cerebro y el intestino», ha expuesto.

Según Rocío Martín, casi el 90 por ciento de la leche materna es agua. Del 10 por ciento restante, la mitad es lactosa, un «componente fundamental porque aporta la energía a los niños». El segundo ingrediente son las grasas. El tercero, y uno de los más importantes, son los oligosacáridos. Por último, se encuentran las proteínas y una «pequeña parte» que son bacterias y metabolitos.

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Los oligosacáridos de la leche materna (HMO, por su sigla en inglés) pueden ayudar a desarrollar la microbiota intestinal al servir como fuente de alimento para las bacterias buenas del intestino. Presentes de forma natural en la leche materna, han evolucionado a lo largo de miles de años, y los estudios clínicos y preclínicos apuntan que son claves para fomentar las bacterias ‘buenas’ de la microbiota.

LECHE MATERNA Y DE FÓRMULA: «NUNCA SERÁN IDÉNTICAS»

Así, queda claro que la alimentación del bebé durante los primeros seis meses de vida es fundamental, ya sea a través de la leche materna o de fórmula. Sin embargo, la ciencia muestra que estas dos opciones «no son idénticas» y parece que «nunca lo serán», según Bernd Stahl, que también es profesor asociado del Grupo de Biología Química y Desarrollo de Fármacos del Departamento de Ciencias Farmacéuticas de la Universidad de Utrecht (Países Bajos).

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«La leche materna es mucho más compleja que la de fórmula. Necesitamos mucha investigación para poder llegar a ese punto. Hay un largo camino por recorrer. Si encontramos de 30.000 a 50.000 componentes en la leche materna, se tiene que hacer mucha investigación para poder replicarlos», han sostenido Bernd Stahl y Rocío Martín.

En cualquier caso, más allá de esta enorme razón científica, los dos expertos han señalado que es «imposible replicar la leche materna» porque «está adaptada a la fase del embarazo y a la dieta del madre». Además, si comparamos dos leches maternas de dos madres diferentes tampoco serán idénticas, aunque se parezcan. De ahí la dificultad de establecer un patrón que permita replicarla para hacer leche de fórmula infantil.

Pese a todos estos inconvenientes, la ciencia ha conseguido avanzar mucho en los últimos 100 años, hasta el punto de que la leche de fórmula ya incorpora muchas de las características de la materna, como una composición general a grandes rasgos.

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