El embajador de Argelia no ha regresado a Madrid seis meses después de su retirada tras la decisión del presidente, Pedro Sánchez, de apoyar el plan de autonomía marroquí para el Sáhara. Los esfuerzos del Gobierno no han dado sus frutos e incluso el país magrebí fue un paso más lejos en junio con la suspensión del Tratado de Amistad.
Argel no dudó en tachar de «segunda traición histórica» a los saharauis el hecho de que el Gobierno español cambiara su posición tradicional para considerar ahora que el plan de autonomía que propuso Marruecos en 2007 es «la base más seria, creíble y realista» para resolver el conflicto. Desde el Ejecutivo, se ha sostenido en todo momento que la postura española es conforme a las resoluciones de la ONU y se apuesta por que haya una salida negociada al conflicto.
Pero sin duda lo que más molestó al Gobierno argelino fue la forma en que se produjo este giro, que desveló no el Ejecutivo español sino Rabat al hacer público el 18 de marzo el contenido de una misiva que Sánchez envió a Mohamed VI para dejar atrás la crisis diplomática abierta por la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, y cuyo trasfondo real era la postura española respecto al Sáhara.
Aunque desde el Gobierno se aseguró que se había avisado previamente a Argel, el Ejecutivo argelino desmintió este extremo. Quienes conocen la mentalidad y la idiosincrasia argelina creen que España cometió un grave error de cálculo al pensar que Argelia no se iba a molestar por el cambio de posición respecto al Sáhara, toda vez que es el principal valedor de las tesis independentistas del Frente Polisario.
A partir de ese momento, la crisis con el país magrebí ha transcurrido con un guión muy parecido al vivido previamente con Marruecos, con la discreción como bandera y sin desvelar los contactos y las gestiones que se están haciendo para solventarla.
Todos los miembros del Gobierno, empezando por Sánchez y siguiendo por su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se han esforzado en estos meses por poner en valor la importancia de la relación con Argelia y el deseo de España de tener las «mejores relaciones», sin que la nueva relación con Marruecos sea un obstáculo.
GAS Y COMERCIO EN JUEGO
Inicialmente, también se intentó restar importancia a la gravedad de la crisis, que preocupaba principalmente por el hecho de que Argelia era entonces el principal suministrador de gas natural, bajo el argumento de que el presidente del país, Abdelmayid Tebune, había recalcado el compromiso a cumplir con todos los contratos de suministro y resaltando que es un «socio sólido y fiable».
Sin embargo, el paso de los meses no solo no devolvió la normalidad, sino que a principios de junio Argelia anunció la suspensión del Tratado de Amistad, esgrimiendo la negativa de Sánchez a dar marcha atrás en una decisión que consiguió concitar el rechazo tanto de sus socios de Podemos, como de sus aliados parlamentarios y también de la oposición.
Horas más tarde, se conocía la notificación de la Asociación Profesional de Bancos y Entidades Financieras (Abef) ordenando la congelación de las domiciliaciones bancarias para operaciones de comercio exterior de productos desde y hacia España.
El Gobierno español reaccionó rápidamente pidiendo el auxilio de la Comisión Europea, dado que las competencias de comercio exterior están cedidas a Bruselas, y ante la sospecha de que con esta medida Argel pudiera estar incumpliendo el Acuerdo de Asociación con la UE de 2005.
Albares viajó al día siguiente a la capital comunitaria donde el Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, y el vicepresidente económico de la Comisión, Valdis Dombrovskis, advirtieron a Argelia de su disposición a actuar si se demostraba que se había violado el citado acuerdo.
Sin embargo, tres meses después la sangre no ha llegado al río en este ámbito. De hecho, a finales de julio se retomaron las actividades comerciales, si bien los empresarios españoles han venido denunciando en las semanas siguientes otro tipo de obstáculos para sus exportaciones.
ARGELIA SE DEJA QUERER POR EUROPA
Entretanto, la guerra en Ucrania y la crisis energética han situado a Argelia en una posición privilegiada. El país es uno de los principales suministradores de gas y petróleo de la UE, de ahí el cortejo a las autoridades argelinas por parte de los países europeos que buscan alternativas al suministro de Rusia.
Por su capital han desfilado varios líderes europeos, entre ellos el primer ministro italiano, Mario Draghi, que logró para su país un aumento del suministro de gas para su país a través del gasoducto Transmed. También lo hizo a finales de agosto el presidente francés, Emmanuel Macron, en su caso con el pasado colonial como tema principal de la agenda, aunque posteriormente la prensa gala desveló que Argelia también prevé aumentar el envío de gas a Francia.
En ambos casos, las empresas energéticas de los dos países –ENI de Italia y Engie de Francia– habrían presuntamente accedido a pagar más por el gas argelino a la empresa estatal Sonatrach, la misma con la que desde octubre de 2021 renegocia sus contratos la española Naturgy.
La intención de Argelia es que Naturgy también pague más por el gas que llega a España a través del gasoducto Medgaz –el GME que abastecía pasando por Marruecos está cerrado desde noviembre pasado–, según ha desvelado el diario ‘El Confidencial’, y la empresa española estaría dispuesta finalmente a acceder a ello.
Desde el Gobierno, en todos estos meses se han mostrado confiados en que Sonatrach cumplirá con los contratos y que finalmente habrá acuerdo respecto a su renovación, pero han dejado claro que es algo que compete a ambas empresas y en lo que el Ejecutivo no tiene ningún papel.
En este contexto, Sánchez quiso tender una rama de olivo a Argelia hace un par de semanas. Durante su visita a Berlín, y flanqueado por el canciller alemán, Olaf Scholz, el presidente del Gobierno aseguró que le «encantaría» viajar al país magrebí. El deseo manifestado por Sánchez ha sido recibido con frialdad en Argel y no ha habido respuesta, ni afirmativa ni negativa.