«Lo que más me ha sorprendido es que no es una inundación al uso, es más bien como un tsunami». El que habla es Gonzalo Martín Benavides, uno de los arquitectos malagueños que colabora en Alfafar (Valencia) dentro de las tareas de inspección y apoyo a los municipios afectados por la DANA. Le acompañan en la videollamada Antonio Vargas (arquitecto y también integrante del grupo de emergencias de Málaga) y Juan Antonio Benítez (arquitecto del Ayuntamiento de Málaga y jefe de servicio de Protección Civil), todos ellos lucen fatigados e impactados por la experiencia vivida, pero muy satisfechos de haber visto de cerca la respuesta de una sociedad y de profesionales de distintos sectores a una hecatombe de esta magnitud.
Una expedición de siete expertos (cuatro arquitectos y tres arquitectos técnicos) han ido desde la capital de la Costa del Sol, en el marco de un convenio de colaboración entre municipios, para valorar los daños en las edificaciones sometidas a la gran riada. Llegaron el domingo por la tarde y 48 horas después volverán a sus casas para procesar dos días de trabajo intensos.
A la pregunta de cuánto tiempo tardarán en volver a una relativa normalidad los vecinos de los municipios afectados, Gonzalo Martín Benavides cree que «es incalculable, porque para que os hagáis una idea no es una inundación al uso, es como un tsunami» lo que han padecido. Señala que en Alfafar precisamente no había llovido y es el «taponazo» de un barranco en el que comienza a formar una ola «que llega a arrastrar troncos de siete metros de largo que entraban en una casa como si fueran una cuchilla o coches a una cota de más seis o siete metros y que entraban en las viviendas como auténticas lanzas».
«Yo he estado en situaciones parecidas a esta y es lo más similar a una guerra», enfatiza este el vocal del Colegio de Arquitectos de Málaga. Una detallada explicación que se suma a lo de sus dos compañeros. «Ha habido algunas edificaciones que se han visto destruidas, vehículos dentro de viviendas o una guardería con el mono perimetral completamente destrozado», remarca Juan Antonio Benítez mientras que Antonio Vargas señala cómo han podido ver que «hay familias que lo han perdido todo, hay que tener en cuenta que el agua ha estado en algunos sitios a dos metros de altura, a ras de calle dos metros es una casa prácticamente, un aljibe».
Vaciar los sótanos y desatascar la red fecal
Durante los dos días en Alfafar, este grupo de emergencias desplazado desde Málaga a uno de los municipios que conforman la zona cero de esta catástrofe natural han parcelado la localidad en cuatro sectores para realizar una primera inspección valorativa. Según explican los arquitectos el problema más acuciante es vaciar los sótanos inundados y desatascar los vertidos atorados la red fecal además de arreglar una serie de infraestructuras bastante dañadas.
«Estamos siempre a disposición de las autoridades locales, no actuamos de manera autónoma», recalca Antonio Vargas sobre las labores de este equipo especializado en la primera evaluación que servirá «para detectar aquellas posibles situaciones de riesgo grave» en un futuro inmediato.
Por fortuna, dicen, que las edificaciones que han sido totalmente destruidas son muy puntuales y que pese a los destrozos evidentes en casi todo el parque de viviendas y los inmuebles de Alfafar, hay muchas construcciones recuperables y que con esfuerzo de las instituciones se irá viendo el resultado.
Por su parte, Juan Antonio Benítez, en su papel de jefe de Protección Civil, recuerda que las recomendaciones ante situaciones críticas como las que han sufrido la Comunidad Valenciana, Castilla La Mancha o localidades de Málaga siempre suelen ser las mismas: «Lo ideal es buscar a una cota alta, pero el problema es que la ciudadanía estaba haciendo una vida normal y si a la población no se le dice que existe un riesgo de este tipo no toma la precaución», afirma el arquitecto, que recuerdo que lo mejor ante una gran riada es buscar plantas superiores desde el principio.
La marquesina que salvó a 40 personas
Entre las historias que han recogido en su experiencia en el pueblo de la Huerta Sur de Valencia una de las impactantes es la de una marquesina de autobús que está hundida porque «salvó a 40 personas porque se subieron a una cota más 4,5 metros».
«Nos hemos encontrado a un vecino que había mandado la familia para arriba, a la planta primera de un adosado. Él había salido a mover en el coche y cuando le pilla se tiene que subir a un árbol, la familia viéndolo y esperó hasta que pudo salir nadando y volver a su casa que estaba a 15 metros», manifiestan sobre otro de los testimonios que se traen para Málaga.
Situaciones muy extremas como la de coches apilados que crearon una presa y se iban arrastrando unos a otros generando daños evidentes. Momentos imprevisibles en los que algunos vecinos con niños de meses que vivían en plantas bajas salvaron la vida por cinco minutos.
Por encima de todo, la solidaridad
La experiencia será difícil, por no decir imposible, de olvidar. Durante dos días, el equipo de arquitectos de emergencias han dormido en plan «boy scout» o «albergue del Camino de Santiago» en un aula de inglés de un colegio del municipio con los «colchones tirados» y compartiendo habitación y vivencias con otros voluntarios de toda España como grupos de rescate o bomberos.
Una anécdota reconfortante en medio de tanto drama como positivo ha sido para ellos constatar que lo de la solidaridad y las buenas personas no es un tópico.
«La profesión debe ir por dentro porque se ve una entereza enorme, una solidaridad de la gente que viene toda España pero tiene que ser muy difícil porque en algunos casos son familias muy humildes que lo han perdido todo», manifiesta Antonio Vargas, quien se queda por encima de todo con la imagen «de un Ejército, una Policía, Bomberos, de todo origen y procedencia geográfica así como de gobiernos diferentes trabajando con gente que se acerca desde Valencia de una manera conjunta, solidaria, coordinada» a pesar del «agotamiento que ves en la cara de todos ellos»
«Es ver cómo un país un momento dado de una catástrofe, tras un shock inicial, es capaz de organizarse y ponerse mano a mano para ayudar en esto», enfatizan los arquitectos, quienes también agradecen a los voluntarios, a los de a pie que han sumado a la ocasión: «Esos voluntarios con una pala que dice uno «y para qué van», pues hemos sido testigos de que han desatascado un pozo entre 30 personas con palas y cepillos metiendo agua para vaciar una calle entera, una cosa increíble», resumen.