Por Mario Bernal
Manuela ha cumplido 80 años hace unos días, y a pesar de su artritis en las manos y de la puñetera fibromialgia, su mayor ilusión en esta época es lavar, planchar y preparar las túnicas de su hijo y de su nieto.
“¡Mama, que este año además son 5 túnicas!”, “da igual hijo, mientras yo pueda, lo haré, el año que ya no pueda, pues dejaré de hacerlo”.
El año que ella no pueda, seguiré poniéndome mi túnica por supuesto, pero ya no será lo mismo. Ni será la más blanca, ni olerá a su suavizante, ni será la mejor planchada de todo el trono, como siempre le dice a mi padre cuando nos ve en televisión.
Mientras, continuaré dándole ese trabajo, ese trabajo que tantas madres y abuelas, hacen cada año con tantísimas ganas e ilusión. Es increíble como algo tan sencillo, como es una tarea del día a día, puede hacer tan feliz a una PERSONA…
Esto ya está aquí señores, ya tenemos las túnicas colgando de nuestros armarios. A escasos días de una nueva Semana Santa, ¡vamos a disfrutarla!, vamos a dejar a un lado tanto critiqueo cofrade en barras de bar, o en los grupos de Whatsapp.
Dejemos de fijarnos en “lo mal que lleva aquella virgen el rostrillo”, o “hay que ver aquel nazareno que va con tenis”, o “mira, aquel hombre de trono que va tangado, abrochado, remangado…” etc.
Miremos nuestra Semana Santa con la mirada de un niño, esa mirada limpia e inocente en la que todo es magnífico, no hay pegas por nada y solo disfruta con lo que está viendo.
Vamos a disfrutar de lo bonito, de lo positivo, del trabajo de cada hermandad, de las horas que cada albacería ha echado para que todo aquello que estamos viendo salga de lujo, y sobretodo de cada PERSONA, porque amigos, eso es lo verdaderamente importante en esto de la Semana Santa, las PERSONAS, lo demás, son solo procesiones…