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ARTÍCULO OPINIÓN | Con los brazos abiertos

Por Rubén García

Esta historia comienza el 13 de septiembre de 2015. Aquella mañana, mientras se encerraba a las claras del día la Virgen del Rocío, me encontraba apoyado en el alfeizar de la ventana de mi habitación, en una casa a sesenta kilómetros de Londres, con los lagrimones “saltaos”, mirando fotos de la coronación en el móvil y preguntándole a la Virgen por qué no me había traído a Málaga a acompañarla al que para muchos fue el evento cofrade del siglo. “Me debes una”, pensaba para mis adentro. Seis años después, en abril de 2021, me apunté a una academia de oposiciones en el mismo barrio de la Victoria, justo a las espaldas de San Lázaro. Como a muchos otros coetáneos míos, por desgracia se nos han cerrado demasiadas puertas (laboralmente hablando) y no nos ha quedado más remedio que batirnos el cobre para intentar encontrar nuestra ansiada oportunidad en la administración. Así que desde aquella fecha, cada viernes por la mañana, repito la siguiente rutina; cojo mi autobús 11 para llegar al centro, subo calle Alcazabilla, reviso las novedades de la cartelera del Albeniz por si se tercia un cine en mi día de descanso y enfilo calle Victoria para llegar a clase. Saludo al Señor del Rescate y a la Virgen de Gracia, entro al Día a por mi napolitana del chocolate y, finalmente, me dispongo a atravesar el dintel de San Lázaro. Y allí está Ella, sonriente, con los brazos abiertos. Otro viernes más, y ya van casi cien consecutivos… (de mayo de 2021 a febrero de 2023, y lo que queda). Qué complicado es encontrar un templo abierto a las nueve de la mañana, pero, hasta la fecha, Ella, y el Señor de los Pasos, no me han fallado. Gracias al responsable de que la ermita se encuentre abierta a horas tan tempranas. No sé a quién tengo que agradecerle ese horario tan fantástico, pero ojalá le hagan llegar por Whatsapp este artículo; yo sí que le debo una a usted. ¡Ojalá todas las iglesias abiertas a esa hora! Así que, como decía, allí está la Virgen, dispuesta a escucharme un rato antes de empezar la tarea. De tanto forzar la vista en los apuntes, he desarrollado una miopía tensional que no me permite ver bien de lejos y ya apenas aprecio la cara de la Novia de Málaga, pero, como dice mi madre: “Tú no te preocupes, que aunque tú no la veas, Ella te ve bien a ti” Y tanto que sí. Me ve, me escucha y me concede. Porque aunque aún no haya alcanzado mi objetivo de ser funcionario de carrera, puedo decir que la Virgen no ha parado de empujarme en estos dos años de peregrinación por el desierto; con salud, mental y física, para los míos y para mí, con capacidad de trabajo, con constancia, con fortaleza, con ilusión, con PACIENCIA, y con unos padres, una familia, unos amigos y un preparador MARAVILLOSOS que ahí siguen, al pie del cañón, apoyándome y regalándome tiempo y cariño. El Martes Santo de 2022 me quedé con las ganas de salir de promesa tras Ella. Soy de las Penas y del Chiquito, pero yo sé que el Señor de la Agonía me dispensa estos años por las circunstancias actuales. Por suerte, meses después, pude sacarme la espinita en Pentecostés. Y con la Agonía en octubre. No tengo ni idea de lo que será de mí este Martes Santo y mucho menos si conseguiré sacar la plaza, pero sí tengo dos certezas absolutas; la primera es que aquella “deuda” de 2015 (si es que la había) pase lo que pase, ya está más que saldada. Soy una persona más disciplinada y menos distraída que hace siete años y la Virgen me ha alentado a ello. Y la segunda es que, el viernes que viene, a las nueve, la Virgen del Rocío, mi Virgen, volverá a recibirme, sonriente, con los brazos abiertos.

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