Por F. Moraleda
Decía el gran José Luis Cuerda que en España éramos especialistas en no perder la oportunidad de hacer el ridículo histórico al menos dos veces por semana -esto último es una licencia que me permito-. Aquí gusta un despropósito más que un “papé de churros” enun domingo en ayunas. Esto de ser campeones del mundo en provocar el echarse las manos a la cara no deja de tener su cuestión evangelizadora, pues hasta el más agnóstico/ateo de la humanidad se ve irremediablemente lanzado a proclamar un “¡Ay Dios mío!” ante tal demostración de vergüenza ajena.
Desafortunadamente la cuota de hermano/a desgrava, pero no ejerce de vacuna ante el virus del sonrojo y es que lo de este año va directo a la candidatura del Nobel del Bochorno.
Que a dos semanas de que el pollino nos de los buenos días todavía estemos enfrascados en temas de horarios, recorridos e itinerarios no deja de tener su ninguna gracia. Ninguna gracia, porque aunque parezca una estupidez, es la hoja de ruta con la que nos manejamos durante una semana en la que, y no es tópico, el centro de la ciudad se transforma: cortes de tráfico, estructuras efímeras, grandes concentraciones de personas, zonas acotadas, planes de movilidad, dotaciones extra de transporte urbano, policía, etc. Vamos, un pollo considerable que afecta ya seas cofrade o comercial del círculo de lectores (qué gran pérdida) como para estar pendientes de un hilo a 15 días de que el alcalde esté dando campanazos en la Jerusalén Malacitana.
Hemos conseguido cabrear a todo el mundo, a los cofrades porque hasta el viernes no se publicaron (y mal) los horarios e itinerarios, es decir por dónde narices y a qué hora pasa tal o cual cofradía. Los que hacen los itinerarios que han aprendido 743 mil nuevos insultos porque tienen dos semanas para maquetar, imprimir y repartir chorrocientos mil folletos por nuestra muy venerapla e ilustra geografía. Los de la hostelería porque, además de quedar como los Voldemort de este asunto, van a tener que andar montando y desmontando terrazas según se vea de venir la cruz de guía. Las cofradías que otrora todopoderosas, están viendo cómo por dónde pisan ya no sólo no crece la hierba, sino mesas y sillas con señoras de Manchester pidiendo “espanishpaela” a las 6 de la tarde. La policía que en virtud de lo que espero alguien explique algún día, recomienda no pasar por una calle, cosa que las cofradías se pasan por el arco de campana amparadas en la necesidad de perpetuar una ancestral tradición de dos años. Otra vez a los cofrades que no entiende qué bemoles es un plan de evacuación, por qué se aplica en Semana Santa aforando calles, cortando otras mientras en navidad o feria “ay garabí, garabí” y que todo está lleno de terrazas y ahí nadie dice nada porque vivimos del turismo. Otra vez las cofradías a las que se les ha dicho que “donde dije recomendado, digo vedado, así que pasas por otro lado”. A todo esto, el Ayuntamiento emite un comunicado, después estar publicado en prensa (sí, sí, con un par) lo de lo vedado (no puedo parar de hacer la rima), cuestión que se agradece porque en todo este asunto se ha estado marcando un “pío, pío que y no he sido”, no vaya a ser que en año de elecciones y a pesar de saberse ganadores, les caiga un rapapolvo por el tema de la seguridad que, oh sopresa, es responsabilidad de los habitantes del Consistorio (nota: cuando se publique una foto de una reunión de seguridad, al menos finjan prestar interés queridos concejales, que en todas salen mirando el móvil como si aquello les importase one caraj). Los del Ayuntamiento a la vez se mosquean porque la gente está mosqueada con el turismo y claro, eso no es querer a tu ciudad ni el progreso ni bloques gordos y grandes en el puerto y así no se progresa y eso también enfada mucho a sus voceros de la prensa que dicen cosas y se enfadan también porque de algo hay que vivir. Y ya por último a los que esto de la Semana Santa les trae sin cuidado pero también se enfadan porque ya están los capillitas demontando Mágala para sus cosas de capillismo y no me dejan pasar.
Ante toda esta perplejidad ahora llegan los del Metro y dicen que la estación de la Alameda uy lo mismo no es para coger pasajeros y que si eso mejor en el Tinglé, pero que por si acaso la inauguramos dos días antes de que empiece el jaleo que hay que cortar cintas y hacerse la foto. Nadie podía imaginar que una estación que desemboca en la Alameda tuviese que tener capacidad suficiente, teniendo en cuenta que todo el centro histórico es peatonal. Y por si los enanos del circo no midiesen ya metro noventa, aparece el obispado y dice que eso de los traslados el sábado santo (o de Gloria como le gustaba decir a mi abuela) que no, que no es día de procesiones y que se nos vayan quitando la idea de la cabeza… que aquí no hay tradición que ya está bien de inventos y que puestos a prohibir pues ellos también se apuntan.
A todo esto arrastramos elecciones impugnadas, divorciados y unas redes sociales que son para ponerle un lazo y música de Hakuna.
Algo tiene que tener la Semana Santa para que, a pesar de todo esto, la sigamos esperando.