El cartel anunciador oficial de la Semana Santa de Málaga 2023, titulado «Los lirios que vienen del sur» y realizado por el pintor Pablo Cortés del Pueblo, es una pintura acrílica y lápiz pastel sobre tabla en bastidor, cuyas medidas son 150 x 95 centímetros.
El objetivo principal era crear una obra que cumpliera con las normas básicas del cartel: una imagen y un texto que con un solo golpe de vista permitan reconocer el evento que se anuncia. Y además, aportar elementos que le dieran el carácter artístico que la obra requiere.
Este cartel toma de referencia el de la Semana Santa de 1928, obra de Manuel León Astruc, uno de los cartelistas más prolíficos de las primeras décadas del siglo XX en España, que, como el propio Pablo Cortés ha dicho en muchas ocasiones, es la época que inspira su obra cartelística. Además, se puede observar la inspiración e influencia de otros autores como Romero de Torres, Revello de Toro, Naranjo o Chicano.
A priori, la escena muestra a una mujer de mantilla asomada a un balcón contemplando el paso de una procesión por la calle Císter. Pero nada de lo que se observa está puesto al azar. Este cartel está dedicado a los cofrades y a todos aquellos que hacen posible la Semana Santa de Málaga. Y como principal herramienta publicitaria de esta celebración no solo quiere mostrar al público foráneo la grandiosidad de sus tronos y los maravillosos escenarios que ofrece nuestra ciudad como atractivo. De hecho, estos son la herramienta de la que se ha servido el autor para ir un poco más allá y contarle al mundo sobre nuestra historia, nuestra identidad y nuestro patrimonio, material y humano. Cortés del Pueblo ha querido que a través de este cartel se pueda tanto anunciar la Semana Santa malagueña como homenajear a las decenas de miles de personas que hacen posible que la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo no solo nos identifique como cristianos, sino también como malagueños. Para el artista este no es un trabajo más. Es la obra más especial que ha pintado. Por eso se lo he tomado como un regalo que quiere hacerle a su ciudad, que tanto bien le ha dado y sin la que no habría podido liberar su vocación artística.
Esta mujer que se ve en primer plano es la personificación de Málaga. De esa Málaga castiza y popular, la que se nos puede figurar en los cantes de Miguel de los Reyes, Marife de Triana o Miguel de Molina. La ciudad andaluza y marinera cantada en coplas como La Niña de Puerta Oscura, La Paula, Percheles, el Romance de Zamarrilla y, cómo no, la copla que da nombre al cartel, «Dormido entre rosas». Imitando la postura de la protagonista del cartel de León Astruc, Marina, la hermana de Pablo Cortés y su musa, aprieta contra su pecho tres claveles rojos que representan a Jesús Cautivo, principal baluarte de la fe y devoción popular malagueña. Ella es esa Málaga que mira ensimismada a la primera luna llena de primavera que marca cada año la ansiada llegada de la Semana Santa. Hay que destacar de su atuendo la propia mantilla, perteneciente al ajuar de María Santísima del Amor, titular de la Cofradía de El Rico, protagonista fundamental de este cartel, y a la que pertenece el autor; y el rosario de grandes cuentas de nácar, propiedad de María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos, de la Cofradía de la Sentencia.
Decorando este balcón o ventana, con una composición arquitectónica inspirada en los grandes edificios modernistas de la ciudad y que bien puede recordarnos al Ayuntamiento de Málaga, se disponen una suerte de flores y plantas que, primeramente, quieren presentar a Málaga como jardín del Edén, en alusión al poema de Vicente Alexandre, «Ciudad del Paraíso», y además, junto a las aves que se observan al fondo, vienen a representar a todas las hermandades y cofradías que conforman el ente procesional malagueño. No faltan los claveles, rosas, lirios, gladiolos o buganvillas, entre otras especies. Y, por supuesto, el romero de la Esperanza. El romero que alfombra las calles de la ciudad cada Jueves Santo para engalanar el paso de la que para el pintor es la gran devoción mariana de Málaga. Como el romero, el resto de flores pretenden describir a cada corporación nazarena de las que componen la Agrupación de Cofradías, bien ya sea porque esa flor o fruto sea representativa de una imagen o cofradía, como podría ser el clavel blanco de la Virgen del Rocío o la vid de los Viñeros, o bien porque su significado en el lenguaje de las flores, tema muy recurrente en su obra, sea alusivo a la advocación o al carácter de la hermandad en cuestión.
Con la misma idea de presentar a Málaga como el jardín del paraíso, se nos presenta esta vista de la Catedral en la calle Císter, partida en dos por nuestra mantilla para presentarnos dos escenas pero en la que los naranjos en flor y la plumaria la unen como si fuera una solal. En el lado izquierdo ha querido representar una procesión de regreso, uno de esos momentos donde, según el autor, los cofrades más «jartibles» disfrutan mejor de nuestras cofradías. En esa estampa se pueden ver los nazarenos, acólitos y portadores que hacen posible que cualquier hermandad se ponga en la calle, pero también destaca el público, donde le gustaría que los cofrades se sintieran más identificados. Que se vean reflejados en esas noches sin hora, después de caminarse la ciudad de una punta a otra, acompañando a una cofradía en su vuelta a casa, rodeados de cientos de caras conocidas que, año tras año, después de verse una y otra vez en estos entornos, se han convertido en caras amigas que forman parte incluso de esas tradiciones que tenemos cada uno en el ritual de perdernos en nuestra Málaga haciendo lo que más nos gusta. Entre esos rostros reconocibles, ha querido inmortalizar a algunas personas que no solo son importantes para el pintor en lo personal, sino que también representan a otros de los sectores fundamentales que hacen realidad la Semana Santa cada año. En primer término se presentan Francisco Naranjo, Fernando Prini y Jose Antonio Jiménez, todos cartelistas de los últimos años. Ellos son para el artista ejemplo e inspiración. Como ha dicho en muchas ocasiones, pintar este cartel no es solo un privilegio por el mero hecho de pintar una obra de tal relevancia. Lo es también porque ha tenido el inmenso honor de entrar en la lista de nombres de los artistas más destacados del mundo de la cartelería andaluza. Y quiere con esto homenajearlos a ellos y a todos cuantos la conforman.
Más atrás, pegados al trono (como no podría ser de otra forma), se distinguen a tres personas que son el claro espejo donde cualquier cofrade que se precie debe mirar. Tres hombres que lo dieron todo y vivieron al servicio de sus cofradías, que son el mejor ejemplo de lo que es ser un albacea de pies a cabeza. Jesús Castellanos, Jesús Frías y Fernando Ceballos son tres maestros que ya gozan de la presencia del Señor, pero que son referente para muchos de nosotros. Con su presencia en este cartel no solo quiere homenajearlos a ellos. Quiere que, como en la vida real, se vean reflejados todos esos hombres y mujeres, de cualquier edad, que se desviven y trabajan incansablemente en sus albacerías y le dan verdadero sentido a la palabra «hermandad». Pablo Cortés del Pueblo quiere hacer especial mención esta vez a Fernando Ceballos, que ha sido el último en dejarnos. Según el pintor, él representa mejor que nadie a la figura del cofrade anónimo, el que trabaja por su cofradía sin buscar el reconocimiento, tan solo por el amor puro a sus titulares y que con su trabajo y ejemplo, se ha convertido en un referente para los hermanos de su cofradía.
Tras ellos, una persona levanta un micrófono de radio buscando el sonido de nuestra Semana Santa para contarlo a quienes no están en la calle. Con esto va su homenaje a los medios de comunicación que hacen posible que la Semana Santa llegue a todas partes y a todos aquellos que, por lo que sea, no pueden estar cerca de nuestras procesiones pero pueden sentir y rezar como si lo estuvieran. Él ha tenido la suerte de poder ser uno más de los muchos periodistas y colaboradores que pasan incontables horas en la calle o en un estudio de radio o televisión y ha podido comprobar lo importante que puede llegar a ser esta labor en Semana Santa.
Y ese trono que protagoniza la escena no podía ser otro que el de Maria Santísima del Amor, su Virgen, la de su familia, la de sus hermanos. El rostro más dulce de Málaga que le honra cada día. La que un día de niño añoraba en la distancia. La Virgen de su padre. El legado más preciado de sus amados Jesús y Fernando. La que le ha regalado una familia cofrade a la que quiere más de lo que nunca me pudo imaginar. Aunque dijo que intentaría no ser obvio, pero no pintarla a ella hubiera sido borrar el 80% de la verdad de su cartel. Su trono, un ascua de luz que resume también la esencia de los tronos malagueños: madera, oro, un palio ochavado, las tulipas de color caramelo, en gran frente de flores… La talla de la Virgen del Amor es una suerte de la Málaga cofrade contemporánea que se pasea cada Miércoles Santo en un tesoro malagueño y no iba a dejar escapar esta oportunidad de recordárselo al mundo. Además, con ella en el cartel pasa como en la vida real. Sin darnos cuenta su estela nos marca. Pocas advocaciones más bonitas habrá que la del Amor, que es base fundamental de nuestra religión y de nuestro mundo. Por eso, igual que el amor lo impregna todo, el azul de su Virgen es el color predominante en todo el cartel. El mismo azul que además para el artista representa a Málaga.
En el otro lado de la calle, se abre paso el banderín de la banda de música de Nuestra Señora de la Soledad de la Congregación de Mena, que cada Miércoles Santo acompaña a la Virgen del Amor. Ese banderín hace aquí las veces de estandarte, de bandera de todas las bandas, músicos, compositores y todos aquellos que saben que sin el divino lenguaje de la música la Semana Santa, así como la misma vida, no sería nada.
Al fondo, la propia Málaga nos hace de telón. Volviendo a la inspiración de la época dorada del cartel, una serie de edificios y torres componen un fondo de ensueño que vienen a representar a los barrios cofrades históricos: Santo Domingo por El Perchel, San Pablo por la Trinidad, San Juan, los Mártires, el Santo Cristo, la Constitución y Santiago (representado en la Virgen del Amor y el rosario de la mantilla), por el Centro. Y el otro protagonista del cartel, el Señor de los Pasos en el Monte Calvario, envuelto en una nube de incienso, camina de vuelta al barrio que personifica el barrio del pintor, la Victoria.
Por último, en cuanto al texto, Málaga corona el cartel con una tipografía que para Pablo Cortés representa a la ciudad en la historia de la cartelería. Sus formas modernas y sólidas son reflejo de nuestra idiosincrasia. El faldón inferior, de líneas más clásicas, pretende dar rotundidad a un cartel que bebe del pasado para traernos al presente, recuperando la expresión «suntuosas procesiones» de los carteles históricos, y añadiendo el título de centenaria a la ya centenaria Agrupación de Cofradías de Málaga.
FLORES
Descripciones de las flores desde la esquina superior izquierda hasta la esquina superior derecha haciendo un recorrido en forma de U.
1. Olivo. Prendimiento. En alusión a los grandes olivos que acompañan al grupo escultórico del trono del Señor de Capuchinos, siendo una estampa ineludible de cada Domingo de Ramos.
2. Laurel. Misericordia. Una rama de hojas de laurel de plata, como las que adornan el exorno floral de la Virgen del Gran Poder en su trono, cuelga en la pared como uno de esos percheles que le dieron nombre al barrio en el que son dos de las más grandes devociones. Incluso un boquerón se puede encontrar entre las hojas para reforzar esta idea.
3. Golondrina. Amor. Concretamente es la golondrina que se sitúa en el lado izquierdo del remate de la cruz del Cristo del Amor. Además de representar a la cofradía, las golondrinas también son símbolo de la llegada de la primavera en este jardín del edén.
4. Rosa blanca. Pasión. La Virgen del Amor Doloroso suele destacar por procesionar sobre un joyero impoluto que se adorna con sencillas y elegantes ánforas de rosas blancas.
5. Rosa rosa. Monte Calvario. De entre los muchos detalles que hacen de esta una de las cofradías más exquisitas de nuestra Semana Santa, las piñas cónicas de rosas rosas del trono de Santa Maria del Monte Calvario aportan una luz especial a este conjunto.
6. Azucenas blancas. El Rico, Estudiantes, Rescate, Huerto y Dolores del Puente. Si la azucena blanca es la flor que simboliza por excelencia la pureza de la Virgen, son santo y seña de estas cofradías por las advocaciones de sus titulares y por sus exornos.
7. Clavel blanco. Rocío. Quise que el único clavel blanco fuera para representar a la Novia de Málaga, que mira en diagonal hacia su hijo, el Señor de los Pasos, uniendo las dos escenas.
8. Clavel rosa pálido. Sentencia. Como los claveles que cada Lunes Santo, la abuela del pintor, Elvira, al salir del trabajo, le llevaba al tinglao a la Virgen del Rosario.
9. Clavel rojo. Humildad. En la Victoria los Servitas son blancos, pero la pureza va de rojo clavel.
10. Clavel sangre de toro. Penas. La sobriedad y la elegancia del Señor de la Agonía no puede hacer mejor conjunto con este clavel que ya es tan suyo.
11. Clavel salmón. Salutación. Como los que engalanan uno de los grandes tesoros de nuestro Domingo de Ramos como es la Virgen del Patrocinio.
12. Cardo. Santa Cruz. Además de que esta es otra de las grandes flores cofrades por su simbología, para el autor representa muy bien la esencia de esta hermandad, por su belleza única y distinta.
13. Calas blancas. Mena y Sepulcro. Una de las flores más románticas de cuantas se usan en Semana Santa, es también identitaria de dos de las imágenes más elegantes de nuestra Semana Santa.
14. Oreja de elefante rosa. Estrella. Aunque la hemos visto en muchos tronos, en la mente de Cortés del Pueblo siempre estarán los grandes frentes de flores del trono de la Virgen de la Estrella, con ese color rosa tan característico.
15. Lilium malva. Sangre. Este color es sin duda seña de identidad de una de las cofradías más señeras de Málaga y esta flor parece haberse creado para acompañar a la Virgen de Consolación y Lágrimas.
16. Flor del árbol de la orquídea. Descendimiento. Esta es una de las muchas especies exóticas que se cultivan en el Parque de Málaga, el escenario que quizá más represente a la cofradía de la Malagueta y que solo ellos nos regalan cada Viernes Santo.
17. Lirios morados. Crucifixión, Dolores de San Juan, Piedad y Nueva Esperanza. Esta es sin duda una de las flores más personales de la Semana Santa. Su elegancia y sobriedad suele aportar carácter a los montes de muchos tronos, pero sin duda es icónica de los tronos del Señor del Perdón, el Cristo de la Crucifixión, el Señor de la Redención o la reina del Molinillo.
18. Romero. Esperanza. La alfombra del Jueves Santo para que la Reina pise el paraíso.
19. Espiga. Santa Cena. El fruto con el que se crea el pan y es símbolo de la eucaristía, lo que da sentido a la liturgia y nos renueva Cristo cada Jueves Santo.
20. Prímulas. Fusionadas. La prímula es la primera flor que florece en primavera. Es por esto que he querido usarla para las Cofradías Fusionadas en alusión a su título de «primitivas», por ser la primera cofradía fundada en Málaga.
21. Azucena de mar. Mediadora. Esta flor de raras y bellas formas, crece a la orilla del mar, como esta hermandad, nacida en el seno de las Escuelas del Ave Maria y que hoy reside en el corazón de Huelin, pero siempre cerca del Mediterráneo.
22. Rosa amarilla. Pollinica. Pocos símbolos de la alegría de un Domingo de Ramos puede haber más rotundos que una rosa amarilla, como las que identifican a María Santísima del Amparo.
23. Salamandra. Humildad y Paciencia. Ruiz Montes y esta hermandad nos han regalado a los malagueños una de las joyas de la escultura sacra contemporánea y esta salamandra pronto será el símbolo de una de las joyas de nuestra Semana Santa.
24. Vid. Viñeros. Una de las cofradías con más identidad de toda nuestra Semana Santa se representa a su vez en uno de los símbolos de la tradición vinícola malagueña y sin duda no habría otra planta que la identificara mejor.
25. Rosa roja. Zamarrilla. La rosa de dos barrios. La rosa de la leyenda. No hay emblema más reconocible en nuestra Semana Santa.
26. Rosa rosa. Salesianos. De ellos el artista aprendió sobre la alegría de ser cristiano. Y si hay un color que les identifique ese es el rosa, el de la alegría, el de la sonrisa de María que, a pesar de ser hermandad de penitencia en Semana Santa, sus hermanos salesianos no olvidan nunca.
27. Gladiolos. Gitanos y Salud. Una esquina de gladiolos perdida bajo un arbotante podría declararse patrimonio de esa esencia andaluza que tan bien identifica a María de la O o a la Salud trinitaria.
28. Clavel rojo. Servitas. Uno de esos tres claveles que cuelgan del manto de la Virgen de los Dolores, que no le restan sobriedad, pero que también tenía que estar en este cartel.
29. Clavel rosa. Santo Traslado. Pocas cosas tan auténticas como los capirotes celestes, las sandalias y los calcetines de sus nazarenos, o como los claveles rosas que alfombran a la portentosa Soledad de San Pablo cada Viernes Santo.
30. Clavel rosa palo. Dulce Nombre. Al igual que pasa con Salesianos o con Prendimiento, si algo caracteriza a las hermandades de Capuchinos es la alegría. La Virgen del Dulce Nombre es ese clavel alegre y reventón que alegra el jardín del paraíso.
31. Paloma. Aunque fuera el elemento fácil para identificar a una de las hermandades con más solera de nuestra Semana Santa, verlas revolotear por el centro quiere decir que es Miércoles Santo y que la Paloma está en la calle. No puede haber nada más puro.
32. Buganvilla. Expiración. También la hemos visto en muchos tronos, pero si en algún trono puede hacer la combinación perfecta, es sobre la maravilla del Cristo de la Expiración.
33. Claveles rojos. Cautivo. En el centro del cartel, la mantilla se abraza a tres claveles rojos que representan la fe de Málaga, que bien se puede resumir en su Señor Cautivo.