Tiene una mirada firme. De esas que escupen verdades mientras de las paredes de su casa solo brota lodo. Confiesa que nunca antes había confiado en la humanidad. Nunca de la forma en la que ahora lo hace cuando observa cómo mareas de voluntarios se acercan a su hogar para ayudarle a recuperar su vida. Cloti de Luque lo ha perdido todo. O casi todo. Ahora, solo le quedan dos cosas: paciencia y algo de esperanza entre tanto barro. Si le preguntas por cómo vivió el paso de la DANA por su casa, ubicada en la pedanía de Doña Ana, junto a la autovía en Cártama, sus ojos se alimentan de miedo y un estado de shock.
Lo ha contado este mismo lunes en una conexión en directo desde su vida en ruinas con el programa de esta casa, Llegó la hora, momento en el que ha aprovechado para relatar el horror que lleva viviendo desde hace dos semanas, aunque ella ha perdido la noción del tiempo. “¿Ya hace 14 días, no sé en qué día vivo?”, pregunta la malagueña cuando se cuestiona cómo avanzan los trabajos en su casa. “Ahora mismo no tengo agua, el pozo está lleno de barro, solo me queda esperar a que el ayuntamiento me traiga dos contenedores para poder tirar mi vida y todo lo que trajo el río a la basura”, sostiene firme.
Los azotes de la DANA
Con una hija de diez años y seis perros, a Cloti no le ha quedado otra que trasponer toda su vida a casa de su hermana, con las pocas pertenencias que han podido sobrevivir a la tormenta. “Mi hija me dice que quiere estar aquí, mis perros están encerrados en un lavadero, no tengo ropa, no tengo nada, vengo aquí, echo el día, duermo en el sofá con mi niña, que me pregunta por cuándo nos vamos y no sé qué decirle”, responde entre sollozos la malagueña.
Asegura que está viendo cosas extraordinarias gracias, en parte, ha esta desgracia que ha sucedido. “Ayer había aquí 60 voluntarios en cadena, lo que te cuente es poco”, asegura la malagueña mientras señala como los vellos de su cuerpo se erizan. Todo ello, mientras recuerda cómo su madre le abandonó siendo pequeña, por lo que, en parte, había perdido esa credibilidad en la ciudadanía.
Acceso a la vivienda
Para acceder a la vivienda de Cloti, un camino lleno de barro sirve de guía después de varias semanas sin ser accesible. Una vez se abre el portón, el camino sigue guiado por una multitud de muebles llenos de barro que siguen apilados junto a su casa, que ya luce vacía.
Hasta ahora, ha sido el trabajo de los voluntarios el que ha facilitado que, al menos, haya podido entrar en casa. O lo que queda de ella. Si hay algo que Cloti echa en falta más allá de su vida ordinaria es el trabajo de las autoridades. “No necesito macarrones o que me llenen la estantería de botes de lejía, el pozo está lleno de barro, cambiar la electricidad y poner vallas cuesta dinero”, señala y pide que “hace falta una persona encargada de trasladar a los malagueños que pueden pedir ayuda, ya que el pueblo está muy asustado, mientras los voluntarios están hechos pedazos”.