Juega a la pelota mientras observa cómo sus botas aún siguen llenándose de barro con solo mirarlas. La pequeña de la familia tiene un amor profundo por los cinco perros con los que convive, al igual que por la casa que le ha visto crecer. Una casa que una semana y media después de la DANA presenta una imagen muy distinta a la de cada día de su vida. Su padre, Darwin Becerra no quiere ni recordar cómo se vivió el temporal en su hogar: “Mi hija estaba en una mesa gritando que se ahogaba”, asegura a 101 Televisión mientras observa los resquicios que quedan por su casa.
El malagueño vive junto a su mujer y su hija en una zona rural de Campanillas, concretamente en Santa Agueda, donde las lluvias azotaron con fuerza, dejando heridas difíciles de reparar. “Lo hemos pasado muy mal porque tenemos muchos perros, el agua nos llegaba por la barriga, mi furgoneta del trabajo ha muerto, ya que solo pudimos salvar lo que nos dio tiempo”, cuenta el vecino afectado.
Así se vivió la DANA
La vivienda está ubicada junto al cauce del río Guadalhorce, por el que días antes del temporal paseaban con frecuencia. “Primero salvamos la vida de los animales, no podíamos escapar, mis perros estaban haciendo surf por toda la casa y los caballos también en peligro con lo que supone la humedad para estos animales”, señala Becerra, quien recuerda cómo uno de sus vecinos permanecía en el tejado de su casa con su hija de 11 años.
“Los bomberos trataron de llegar hasta aquí pero era imposible, el camino estaba destrozado y aún tratamos de arreglarlo, consiguieron llegar a la una de la madrugada cuando el río había bajado bastante y el helicóptero no nos podía rescatar porque nos dijeron que no tenían autorización para ello”, relata Becerra, quien agradece haber llegado después de trabajar y no haber estado dentro.
Tras los efectos de la DANA, la familia malagueña tiene claro que no le queda otra que empezar de cero. “Hemos tenido mucha gente muy buena que han venido, nos han donado chinos para quitar lodo, agua, pienso para los animales pero del Estado nada”, critica Becerra, quien sostiene que el jefe del distrito de Campanillas sí ha ayudado a quitar barro pero que necesitan más manos.
Después de 11 años viviendo en Campanillas, esta familia tiene ahora que empezar su vida y, por el momento, reside en casa de un familiar mientras evalúan los daños y buscan cómo recuperar lo perdido, al igual que otras familias de la provincia.