En el aire se respira el ahumado e intenso incienso que avisa de la llegada de una de las semanas más esperadas del año, la Semana Santa. Algo temerosos, aunque muy ilusionados, los cofrades y los granadinos levantan la vista y enfocan el cielo en busca de cualquier rastro nuboso que pudiese complicar la jornada venidera. Sin embargo, y siguiendo el pronóstico del tiempo que caracteriza esta época del año, un cielo grisáceo ha dado los buenos días a Granada en este Domingo de Ramos que ha resultado ser un tanto agridulce.
La Borriquilla dio inicio al simbólico día saliendo de rodillas desde la iglesia de San Andrés a las 16:00 horas, dando comienzo a una jornada repleta de mantos bordados, incienso quemado, música procesional y unos cuantos chaparrones que no consiguieron arruinar el esperado día. Minutos después, le siguió su segundo paso, Nuestra Señora de la Paz vestida de verde esmeralda, ante la cálida bienvenida de la ciudad nazarí.
Bajo un cielo que parecía estar de parte de los costaleros y devotos, las diversas procesiones continuaron saliendo según lo previsto. Al grito de «arriba el señor», la Santa Cena levantó su paso casi a la par que la cofradía de las Maravillas, con un despliegue de penitentes, mantillas y cofrades que consiguieron salir poco antes de que las nubes se descargaran sobre la ciudad.
Un año más, el Cautivo ha vuelto a procesionar el Domingo de Ramos tras ser la única privilegiada que hace 365 días pudo hacerlo. La cruda representación de la desolación y redención de un Jesús maniatado tras ser abandonado por sus discípulos puso la piel de gallina entre los presentes, despertando admiración y devoción ante la estampa iconoclasta.
Sin embargo, a eso de las 19:00 horas, la inminente lluvia obligó a las hermandades a buscar refugio, apagando el incienso y diluyendo su penetrante olor para dar paso al del asfalto mojado. Al Despojado no le quedo otra que refugiarse debajo de soportales rodeado de cientos de paraguas desplegados que protegían a los granadinos de las incisivas gotas de agua, mientras que la Virgen del Dulce Nombre pudo dar media vuelta nada más salir y protegerse bajo el techo de su Casa de Hermandad, activando de nuevo la cuenta atrás para esperar otro año más.
Pese a todo, no se dejaron amedrentar y, tras el pluvial incidente, las valientes cofradías -a excepción del Despojado-, volvieron pisando fuerte y plantando cara a la estación meteorológica y a la misma naturaleza. Paraguas recogidos, las nubes fueron benevolentes y permitieron seguir la solemne jornada con un ambiente renovado y las calles aún repletas.
Las cuatro hermandades -Borriquilla, Santa Cena, Maravillas y Cautivo- continuaron la espiritual jornada por la ciudad, logrando llegar a la ‘tierra prometida’: la Catedral granadina. Culminaron así un viaje espiritual donde las trabas no han conseguido que los implicados desistieran de su devota misión, un periplo que, pese a todo, ha convertido este Domingo de Ramos en una gran oda a la fe.