El fútbol español había atravesado un periodo de relativa calma en lo que a peleas de ultras se refiere. Pero tras la ‘paz social’ ha reaparecido la tormenta de forma sibilina y no hay semana en la que no haya lamentar altercados que implican a ‘hooligans’. Sin ir más lejos hace unos días en Roma, hubo algaradas entre hinchas de la Lazio y de la Real Sociedad en las que, según el periódico italiano La Republica, hubo representantes del Frente Bokerón vinculados a las facciones violentas en el entorno de la grada del Málaga CF.
En los primeros días de 2025 en el partido de Copa del Rey entre Marbella y Atlético de Madrid hubo que ver lamentables episodios violentos en los alrededores de La Rosaleda. Hace unos días en el derbi andaluz entre Córdoba y Almería también se viralizaron las imágenes de enfrentamientos entre ‘fanáticos’ de ambos equipos.
Ecos noventeros de cuando los grupos ingleses hacían estragos por Europa. O de cuando facciones de radicales como Boixos Nois, Ultrasur, Frente Atlético, Yomus, Riazor Blues, Biris, Supporter Sur o Brigadas Blanquiazules, por mencionar algunos nombres, sembraban el pánico en los estadios y hacían de un partido de fútbol un evento violento innecesario. Cierta involución social es la que hay que afrontar ahora.
Los ultras provocan fuertes incidentes en los alrededores de La Rosaleda
Diez años de la muerte de Jimmy
El pasado 28 de noviembre se cumplieron diez años del asesinato de un ultra del Deportivo de la Coruña (el hincha gallego Jimmy) en Madrid tras una pelea entre radicales. Este hecho parecía haber acabado con el movimiento, y es que la Liga comenzó a imponer ciertas normativas, cada vez más severas, que alejaban a estos grupos de los campos de fútbol. La desaparición de pancartas y el nulo bombo mediático parecían haber acabado con estos comportamientos, pero nada más lejos de la realidad.
Con el paso del tiempo, los ultras no sólo han desaparecido, más bien, todo lo contrario. Los episodios se multiplican cada semana con hechos que nada tiene que ver con el deporte, sembrando el pánico entre los más próximos. La nota positiva es que han desaparecido, o al menos eso parece, la violencia con los aficionados que nada tienen que ver con estos movimientos, aunque los destrozos en establecimientos y vía pública son, por desgracia, cada vez más frecuentes.
Muchos han incidido en poner el foco en los radicales, quienes siempre han existido y existirán. Eso sí, pocos se fijan en la nula reacción de la patronal, que mira atónita a lo que sucede a su alrededor y se camufla en unos comunicados oficiales que sólo sirven de cara a la galería. La única realidad es que, si sus objetivos eran los de erradicar la violencia del fútbol, no han sido capaces de cumplirlo. Es más, lo único que han logrado es acercar a jóvenes que se iniciaban en una grada de animación con el simple objetivo de pasar un buen rato.
Los hechos los cometen quienes los realizan, pero ser cómplice de este auge no les hace menos responsables que los autores. Al igual que la liga, también pasa en Europa, donde estas ‘guerras’ son cada vez más comunes. El último episodio ocurrió en Roma, pero la pregunta que se hacen muchos es cuándo será la siguiente. Así pues, la respuesta parece sencilla: hasta que los mandatarios lo permitan.
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