Es rara la semana que el Cercanías de Málaga no aparece en los medios de comunicación, normalmente por noticias que no suelen ser muy positivas como averías o retrasos. Pero no todos los problemas hay que achacarlos a Adif, a Renfe o al propio Ministerio de Transportes, sino que a vece son los propios usuarios los que generan el infierno durante el viaje.
No habría que cargar las tintas solamente con quienes gestiona una infraestructura vital para la movilidad de Málaga capital y su área metropolitana. También habría a veces que poner en foco en la falta de educación de quienes se suben a los vagones. Gente que sienta a sus perros en los asientos mientras la línea del C-1 está saturada y la gente de pie se choca, gente que mete la bicicleta (lo cual está permitido) pero lo hace anteponiendo su vehículo al confort del resto de pasajeros.
Restablecido el Cercanías de Málaga tras nuevas incidencias en los trenes
Gente somos todos. Y británicos vienen a Málaga miles cada año, alrededor de un millón, como también nórdicos y habitantes de diferentes países. Y, seguramente, la gran mayoría sean un encanto y no den problemas. Por unos cuantos que de vez en cuando se suban con vino de cartón -e incluso de cristal- a hacer su particular botellón, a subir sus perros (grandes) a los asientos con bebedero de agua incluida y a cruzar la bici por mitad del pasillo mientras hablan a voces, no se puede generalizar.
Entre que es un medio de transporte saturado, que la turística línea C-1 que hace la Costa del Sol desde la capital a Fuengirola pasando por Torremolinos y Benalmádena tiene parado en un aeropuerto que no para de crecer y con miles de vuelos, lo que faltaba es que a las miles de maletas que ocupan el espacio se una la desvergüenza que en muchos casos abunda. Algo que no es patrimonio del Cercanías. Pasa igual en el Metro o en el autobús, en la calle tanto o más.
Pero, desde luego, a un servicio crítico como el Cercanías donde las horas puntas son un problema constante, donde no es extraño ver a grupos especializados en ‘pick and pocket’ para buscar carteros y objetos de valor de los extranjeros que llegan al aeropuerto o van a la playa, lo que le faltaba es ver comportamientos deleznables para que el combo sea inaguantable. Mínimo que sean humanos y no perros o bicicletas los que cojan asiento.