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El museo de bellas artes prorroga la exposición, “Torcuato Ruiz del Peral, el otoño del Barroco”

Desde el pasado 27 de septiembre se puede contemplar en el museo de Bellas Artes de la capital, la exposición dedicada al gran escultor nacido en Exfiliana en 1708, que debería haberse clausurado del pasado 5 de enero. Dada la extraordinaria acogida otorgada por el público granadino y gracias a la colaboración de los distintos prestadores de obras, se ha decidido ampliar el período expositivo hasta el domingo 2 de febrero.

De igual manera se amplía el programa de visitas guiadas, de 45 minutos de duración, de la mano de Montserrat Morillas, licenciada en Historia del Arte que continuará desarrollándose todos los sábados y domingos con dos pases por día y un aforo máximo de 15 personas, que debe reservarse en el propio centro. La muestra puede ser visitada en la sede del museo de Bellas Artes, ubicada en el palacio de Carlos V, dentro del recinto de la Alhambra.

Miguel García Luque, comisario de la exposición, junto con el director del museo, Ricardo Tenorio, nos enseñan cómo viajar hasta la época de Ruiz del Peral, conociendo sus influencias, mentores, aspiraciones, y las elaboradas técnicas que utilizaba en sus obras.

Recorremos la vida y  las diferentes facetas artísticas del autor

Torcuato Ruiz del Peral que fue el último gran escultor del barroco granadino y uno de los maestros más relevantes de la escultura española del siglo XVIII. Su obra supone el culmen de la tradición barroca y el brillante colofón de un ciclo que se agotará con la instauración del modelo ilustrado de las academias. El arte de Peral siguió el rumbo estético marcado por Alonso Cano en el arte granadino desde mediados del siglo XVII.

El estudio de los expresivos modelos de los Mora y su admiración por el virtuosismo técnico de Pedro de Mena resultaron, asimismo, fundamentales en la conformación de su estilo. Partiendo de este sustrato, el escultor fue capaz de crear una singular poética basada en los juegos de ritmos entrecortados, los pliegues cortantes y abiselados y el empleo de unos tipos humanos muy personales, en lo que constituye una de las apuestas más originales del arte de su tiempo.

A su dominio del dibujo y su maestría con la gubia sumó un inteligente uso de los postizos y la policromía, con los que logró crear esculturas de gran impacto visual, en las que volumen y color se compenetran en extraordinaria simbiosis.

Del Peral a los dieciséis años se trasladó a Granada para ingresar como aprendiz en el taller de Diego de Mora, lo que le proporcionó un sólido bagaje técnico y el contacto directo con unos modelos formales de gran éxito popular. Tras la muerte de su maestro, en 1729, el escultor pudo completar su formación junto al presbítero y pintor Benito Rodríguez Blanes de quien tal vez recibió lecciones de dibujo y pintura.

Torcuato encontró una permanente fuente de inspiración en las obras de Alonso Cano que entonces podían contemplarse en la ciudad, y sintió fascinación por algunas de estas creaciones, como la pequeña Virgen de Belén del facistol de la catedral de Granada, que llegó a evocar en algunas de sus obras.

Las obras poseen una gran expresividad gracias a sus conocimientos anatómicos

Durante el Barroco, la concepción de la imagen religiosa como instrumento de persuasión, al servicio de los ideales de la Iglesia, fomentó el desarrollo de una retórica emocionalista que apelaba a la sublimación del sentimiento para conmover el ánimo de los fieles. A través de sus personajes sagrados, Torcuato Ruiz del Peral exploró la representación de los afectos del alma y se reveló como uno de los mejores intérpretes de los temas trágicos relacionados con el dolor y la muerte.

La nota patética se acentúa en su serie de cabezas cortadas de san Juan Bautista, que avalan sus conocimientos de anatomía humana y su versatilidad como escultor en madera y barro. En sus dolorosas, como la imagen de Nuestra Señora de las Angustias Coronada de la Alhambra, que procesiona cada Sábado Santo en Granada, apostó por la introspección y cierta contención expresiva, reelaborando los tipos de los Mora, y acuñó el tema de la Virgen sedente sobre una peña, orando al pie de la cruz, que tendría amplia repercusión en la escultura granadina del siglo XVIII.

Además de atender los grandes encargos públicos, Torcuato Ruiz del Peral talló numerosas esculturas de devoción destinadas al consumo privado, realizadas para ser contempladas en la intimidad del hogar o la clausura, suscribiendo ese genuino gusto por lo diminuto que, como apuntaba García Lorca, resulta tan distintivo del arte granadino. Aquejado de una grave enfermedad, finalmente falleció en 1773, y sus restos reposan en la albaycinera iglesia de San José.

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