Entre los siglos XIX y XX más de 4.000 niños murieron por enfermedades y maltratos en internados católicos en el país norteamericano
El papa Francisco reiteró este lunes su petición de perdón por la «cizaña» que también existe en la Iglesia católica y que causó el mal a los indígenas canadienses, durante su visita a la parroquia del Sagrado Corazón en Edmonton (Canadá), que frecuentan miembros de los pueblos originarios como fieles no indígenas.
Después de la histórica petición de perdón en Maskwacis por la participación e indiferencia de la Iglesia en los procesos de asimilación a los que fueron sometidos los niños indígenas en internados donde sufrieron todo tipo de abusos, el papa volvió de nuevo a pedir disculpas en el segundo acto de su viaje a Canadá.
«No debemos olvidar que también en la Iglesia el trigo se mezcla con la cizaña. Y precisamente a causa de esa cizaña quise realizar esta peregrinación penitencial, y comenzarla esta mañana haciendo memoria del mal que sufrieron los pueblos indígenas por parte de muchos cristianos y con dolor pedir perdón», explicó Francisco en su discurso en español.
Y añadió: «Me duele pensar que algunos católicos hayan contribuido a las políticas de asimilación y desvinculación que transmitían un sentido de inferioridad, sustrayendo a comunidades y personas sus identidades culturales y espirituales, cortando sus raíces y alimentando actitudes prejuiciosas y discriminatorias, y que eso también se haya hecho en nombre de una educación que se suponía cristiana».
Desde fines del siglo XIX hasta la década de 1990, unos 150.000 niños indígenas -de las primeras naciones, métis e inuit- fueron separados de sus familias y llevados a la fuerza en 139 escuelas donde se les prohibió usar su idioma, sus tradiciones y además sufrieron abusos de todo tipo y condiciones insalubres por lo que más de 4.000 murieron por enfermedades y maltratos.
En su discurso ante los fieles de esta parroquia conocida como Del Sagrado Corazón de los Pueblos Originarios, el papa explicó que comprende el cansancio de «hablar de reconciliación para quien ha sufrido tremendamente a causa de hombres y mujeres que tenían que dar testimonio de vida cristiana».
«Nada puede borrar la dignidad violada, el mal sufrido, la confianza traicionada. Y tampoco debe borrarse nunca la vergüenza de nosotros creyentes», dijo aunque subrayó que «es necesario empezar de nuevo». Y apuntó que aunque «los gestos y las visitas pueden ser importantes, la mayor parte de las palabras y de las actividades de reconciliación ocurren a nivel local, en comunidades como ésta, donde las personas y las familias caminan a la par, día tras día».
Fuente: F