Casualmente el pasado día 8, celebración del Día Internacional de la Mujer, me topé con la manifestación que recorría las calles de Málaga. El atronador ruido de los tambores me recordaba aquellos desfiles de las legiones romanas que tanto nos hacían disfrutar en el cine, con películas como Ben Hur, Espartaco o Quo Vadis. Solían desfilar entre los gritos entusiasmados del pueblo cuando se disponían a acudir a una batalla o eran recibidos después de una brillante victoria.
Sin embargo el griterío que se escuchaba en la manifestación, nada tenía que ver con el que se animaba y vitoreaba a aquellos hombres guerreros de las legiones, sino más bien todo lo contrario : “mujeres al poder”; “aquí están las de la revolución”; “que viva la lucha de las mujeres” o uno de los slogans, que por respeto a los malagueños y a los católicos no reproduzco, ya que era una gruesa blasfemia coral contra la Virgen. Al oír esta ofensa y entristecerme por ello, me preguntaba cómo esas mujeres podrían sostener las miradas de la Vírgen, cuando los cofrades la procesionen por esas mismas calles durante la Semana Santa.
Al mismo tiempo que contemplaba la ruidosa manifestación me preguntaba cual era el sentido del feminismo que reivindicaban: ¿era un feminismo constructivo o destructivo de la mujer?, ¿era un feminismo defensor de la feminidad o por el contrario ideologizado y excluyente?. Lo cierto es que entre las manifestantes no encontré a ninguna que reivindicara el derecho de la mujer a ser madre, poder crear una familia o conciliar el trabajo. Todo lo contrario reivindicaban una mística engañosa contra el patriarcado fascista, la liberación abortista o la desnaturalización del cuerpo de la mujer. Pero lo más arriesgado y lo más perverso de ese feminismo talibanero, es el rechazo al hombre por considerarlo como un ser prescindible y casi perturbado…
Frente a este movimiento woke y queer del feminismo, María Calvo, profesora universitaria y escritora, denuncia en su ensayo “La mujer femenina” el engaño de este movimiento: “ la mujer tiene que ser lo que quiera ser. Reivindico el feminismo de que quiero ser casada, profesional y tener hijos. Hay muchas mujeres engañadas a las que obligan a ser un modelo de mujer, pero deberían plantearse si quieren ser así o ser ellas mismas y ejercer plenamente su libertad”. Ante estos tambores de guerra contra la mujer y el hombre biológicos que hoy suenan desde el propio ministerio de Irene Montero, unido a la sexualización de las costumbres y la cancelación de la maternidad y paternidad como sostén de la familia, sería conveniente preguntarse si todo este feminismo revolucionario, alimentado desde poderosas élites financieras e incluso instituciones internacionales, su fin último no es sino socavar los fundamentos de nuestra civilización cristiano occidental.