El 28 de febrero Andalucía conmemora la fecha en que el pueblo andaluz decidió mediante las urnas contar con una autonomía plena -como comunidad histórica- al igual que ya lo fueran Cataluña o el País Vasco tras la solución territorial ofrecida con la Transición a la diversidad de pueblos y culturas del país. Aquel mítico 28F de 1978, sin embargo, no se trató de la única manifestación de independencia ocurrida en territorio andaluz en su historia, ya que, aunque poco aludida y dirigida por élites, en el año 1641 Andalucía pudo ir más allá e independizarse -en el sentido más estricto- del resto de España en la conocida como «Conspiración del Duque de Medina Sidonia».
El curioso intento de levantamiento, como bien indica su nombre, respondió a los intereses de Gaspar Alonso Pérez de Guzmán -IX Duque de Medina Sidonia-, quien junto con el Marqués de Ayamonte ideó la desconexión de Andalucía de una España mermada por conflictos imperiales e internos, como las revueltas catalanas o la independencia definitiva de Portugal (1640).
Estos nobles contaban con notable influencia dentro de la corte de Felipe IV, ya que pertenecían a casas antiguas de España y poseían inmensas fortunas, pero la crisis que atravesaba el reino y la habitual ambición por mayor cotas de poder sembraron en ellos la idea de crear un reino independiente en Andalucía, que tendría al noble de Medina Sidonia como nuevo monarca.
Desde finales de 1640, y sin despertar sospechas, persiguieron un objetivo esencial en cualquier proceso histórico de independencia, que no es otro que la búsqueda de apoyos externos, como los portugueses hicieran desde bien pronto con los ingleses en Tratado de Windsor.
En 1648 concluyó el delirio por crear un reino independiente andaluz
No les costó demasiado encontrarlos, pues la Monarquía Hispánica y su basto imperio contaba con extensos territorios pero también con una larga lista de enemigos. La propia Portugal -fuertemente vinculada a esta conspiración según algunos estudios- y las flotas de Francia y Holanda quedaron al servicio de los golpistas andaluces, que plantearon la toma de Cádiz para convertirla en foco de la rebelión.
El intento de sublevación avanzaba y ambos nobles siguieron atando cabos en secreto para el inminente estallido, cuando en el verano de 1641 sus planes se vieron truncados por un «chivatazo» ante el mismísimo Felipe IV. Las maquinaciones reaccionarias habían llegado hasta los oídos de un espía de La Haya, que alertó al monarca y le instó a una rápida intervención, enviando a su emisario real.
El Marqués de Ayamonte fue detenido, encarcelado y tras un tiempo de excusas y señalamientos cruzados, acabó siendo ejecutado -mediante degollamiento- en el Alcázar de Segovia en diciembre de 1648. Mientras tanto, el Duque de Medina Sidonia recibió el perdón del rey por su alto rango, si bien tuvo que pagar doscientos mil ducados por su traición y fue desterrado de Andalucía, pretexto que incumplió y le costó la prisión. Concluía así el delirio por crear un reino independiente andaluz.
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