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Resurrección y muchas dudas en Cartagena (2-3)

La hermandad de la resurrección y las muchas dudas rojiblancas realizó estación de penitencia en Cartagonova. El Granada vuelve al playoff cinco meses después de su última estancia entre los seis mejores de Segunda, no sin manifestar una vez más las carencias por las que ha estado tanto tiempo deambulando por la categoría. Pareció dejarse morir definitivamente este curso en un arranque nefasto que el Cartagena, aun descendido, castigó sin miramientos. Se puso por delante y cerca estuvo de provocar la debacle desde los once metros, pero ahí le salió a Mariño el gen kryptoniano. No lleva capa roja, pero sí unos guantes que han salvado ya en demasiadas ocasiones al cuadro de Fran Escribá. Detuvo la pena máxima y su equipo volvió a la vida, inmediata la reacción por medio de Miguel Rubio. Boyé encauzó la cita antes del intermedio y Trigueros puso el tercero, aunque no hubo ni rastro de la tranquilidad que en otros feudos supone esa ventaja. Rafa Núñez ajustó el marcador y aceleró los corazones granadinistas en un fondo del estadio, que emprendieron el camino de vuelta a casa de nuevo con una sonrisa. Hacía tiempo que no les podía alegrar echar un vistazo a la clasificación.

Lo cierto es que pocos de los alrededor de mil granadinistas desplazados podrían atestiguar haber visto sobre el césped a algún hombre vestido de rojiblanco hasta que el guardameta desveló sus poderes. Saltaron al campo, sí, pero como si no lo hubieran hecho, y al Cartagena no le acompañaba una marcha fúnebre, como tal vez esperaban. Más bien, pareció espoleado por ‘El Alma de Triana’ desinhibido en un arranque enérgico. «Tres caídas, pero siempre me levanto ileso», le faltó cantar al finado, ya sin presión alguna. Para cuando se quiso dar cuenta, el Granada ya iba por debajo y el tiempo, a sus ojos, corría más rápido que de costumbre. Logró sobreponerse, sin épica pese a voltear el marcador, e incluso disfrutar de un buen tramo de juego, aunque no sería fiel a sus principios si cerrara alguna cita sin sufrimiento. Vuelve a la zona noble, sí, pero no muestra más consistencia.

El Jebari fue quien se percató de la pachorra nazarí, sin oposición en un avance por la izquierda. Encaró a Miguel Rubio y prolongó para el desdoblamiento de Nacho Martínez, que sirvió a ras de hierba. Pepín, al acecho, atacó el pase con el cuchillo entre los dientes, pero no contaba con la agilidad de Mariño, incluso con el rostro. Algo no funcionaba en el mecanismo rojiblanco. La pasividad cedió terreno a las dudas, paso previo al cortocircuito generalizado. El contexto afilaba el colmillo de Álex Millán, que en una galopada pretendió el gol desde la frontal, aunque no pudo concluir. Lo olfateó después, a la espalda de la aletargada defensa granadinista. Corrió al espacio y Daniel Luna le sirvió la diana en bandeja. El ariete dribló al portero y la acomodó en la red, contra el poste Loïc Williams en un intento por abortar el tanto. El banderín señaló de inmediato al cielo, pero el alivio duró apenas un minuto, en lo que la repetición demostraba la legalidad de la acción.

Fue una inyección de ansiedad para el Granada, que no solo no espabilaba, sino que ahora era un manojo de nervios. Se quiso ir arriba, pero desordenado, lo que sirvió al Cartagena para protegerse sin demasiados apuros y salir con mala uva al menor atisbo de despiste en su adversario. En una de estas aventuras, Sergio Guerrero facturó el esférico, destino la testa de Álex Millán. El punta, sin embargo, no logró peinar y el aterrizaje se produjo fortuitamente en el brazo extendido de Loïc Williams. Penalti y una oportunidad a la que parecían salirle alas para volar, incrédulo el zaguero. El goleador albinegro abrazó el balón, dispuesto a engrosar su cuenta particular, pero entonces ocurrió. No era un pájaro, ni un avión, sino Diego Mariño. El delantero golpeó duro desde los once metros, aunque no muy ajustado, tan elástico como sólido el cancerbero. 

El estímulo tuvo su reacción al instante. Corrió Boyé para forzar el córner y Tsitaishvili  acudió al servicio desde la esquina. El centro fue de todo menos bueno, pero el bote en el área sorprendió a toda la zaga del Cartagena. No a Miguel Rubio, que, casi sin saltar, giró el cuello para dirigirlo entre los panos. Pablo Cuñat retiró las manoplas, convencido de que se iba fuera, y la pelota entró tras acariciar el larguero. Por estas cosas, el conjunto cartaginés es equipo de Primera RFEF.

Vida extra para Escribá y los suyos, aun sin terminar de entrar en el choque. Los de Guillermo Fernández no se arrugaron, a pesar de que el despliegue granadinista avanzó varias yardas. Pepín buscaba el gol con ahínco, egoísta en alguna ocasión, y el Granada entero empezaba ya a subirse a la chepa de Luca Boyé. El ariete sintió la responsabilidad y desactivó el modo ahorro de energía. Tiró alto para calentar y enchufó la siguiente, en un ataque relámpago. Miguel Rubio rompió líneas y Hongla prolongó para la carrera del argentino, que desafió a Cuñat con la mirada y ejecutó con precisión cirujana. Lo del ariete es encomiable, con doble dígito por primera vez en su carrera excelso desde la marcha de Uzuni. 

La cosa tenía otra pinta y el Granada volvió con otra cara tras el intermedio. Ya sí parecía un aspirante serio al ascenso, con su ventaja ante un rival más débil sobre el papel y una retahíla de ocasiones para hundirlo más. Rebbach tiró un caño a Aguirregabiria antes de descargar para el propulsor de Lucas Boyé, que puso el cuero en órbita. El argelino combinó después con Sergio Ruiz, atento para recuperar, pero Cuñat palmeó el disparo con agilidad. Hongla lo buscó en una acción similar, poco después, para colgar definitivamente a la situación el cartel de asedio. El conjunto rojiblanco se crecía y el Cartagena se iba haciendo pequeño a cada acercamiento de los de franjas horizontales. En estas, Carlos Neva curvó un envío y Trigueros acudió al remate como si toda la vida hubiera porfiado entre centrales. Picó el remate, abatido el guardameta, y Assane no logró taponar el gol.

Con el tercer disparo, la tensión se percibió caer en los visitantes, con pérdidas absurdas por rizar el rizo, pero el Cartagena todavía coleaba, sobre todo tras una ventana de refresco en sus filas. Había entrado Escriche, que en un lance aparentemente anodino buscó la espalda de la defensa rojiblanca. Rafa Núñez, que también acababa de salir, adelantó a Neva como un Fórmula 1 en carrera contra un triciclo, letal en el mano a mano con Mariño. Nervios de nuevo entre los nazaríes. 

Escribá remezcló sus fichas. Primero salieron Gonzalo Villar y Rodelas; más tarde, Ricard, Borja Bastón y Weissman para destruir el esquema y pisar área. El madrileño cabeceó al poste y, poco después, marcó en el rechace de un tiro del lateral, pero hubo fuera de juego previo. El Cartagena, con el exrojiblanco Ortuño en primera línea de infantería, lo intentó con todo, pero el Granada ya se perdía en el horizonte. Por los pelos, el expreso del ascenso no se le escapó esta vez.


Ficha técnica:

FC Cartagena: Pablo Cuñat; Aguirregabiria (Delmás, 90+1’), Jorge Moreno, Kiko Olivas, Nacho Martínez; Daniel Luna, Assane (Óscar Clemente, 76’), Sergio Guerrero (Andi, 56’), Pepín (Dani Escriche, 56’); Salim El Jebari (Rafa Núñez, 56’) y Álex Millán (Ortuño, 72’).

Granada CF: Diego Mariño; Rubén Sánchez, Miguel Rubio (Manu Lama, 90’), Loïc Williams, Carlos Neva; Sergio Ruiz, Martin Hongla (Shon Weissman, 80’), Manu Trigueros (Gonzalo Villar, 65’); Giorgi Tsitaishvili (Ricard, 72’), Abde Rebbach (Rodelas, 65’) y Lucas Boyé (Borja Bastón, 79’).

Goles: 1-0: Álex Millán, min. 11; 1-1: Miguel Rubio, min. 29; 1-2: Lucas Boyé, min. 42; 1-3: Manu Trigueros, min. 55; 2-3: Rafa Núñez, min. 65.

Árbitro: Andrés Fuentes Molina, del comité valenciano. Amonestó a los locales Pepín y Jorge Moreno, así como a los visitantes Manu Trigueros y Abde Rebbach.

Incidencias: encuentro correspondiente a la 36ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio de Cartagonova, ante 2.650 espectadores. Alrededor de un millar de ellos, hinchas rojiblancos.


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