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Granada se recupera por fases tras su noche más oscura

El sol apretaba, con algún ademán más veraniego que primaveral, y el reloj se detuvo a las 12:33 horas. De las oficinas y los negocios empezaron a salir empleados, incrédulos. «Era un día normal de trabajo. Algunos compañeros estaban fuera y otros, aquí, con los ordenadores. El corte supone que no se puede hacer nada», se encogía Alberto, técnico en prevención de riesgos laborales. Todavía no sabía que pasaría todo el día sin luz. Los minutos fueron pasando, entre la desesperación de unos, el desahogo de otros y la actividad en las calles, hasta que el crepúsculo hundió a Granada en su noche más oscura. La provincia se va sumergiendo en la normalidad tras un apagón que, en algunos puntos, se alargó hasta 17 horas. En otros, todavía persistió algunas horas más, si bien el 100% del suministro ya ha sido restablecido.

La vida vuelve a la ciudad en una desescalada progresiva desde la madrugada, con el restablecimiento asimétrico del suministro. En el entorno de Gran Capitán, en el centro de la ciudad, la luz volvió sobre las 1:30 horas, mientras que en la zona de Plaza Fontiveros lo hizo alrededor de 60 minutos más tarde. En el Camino Bajo de Huétor, las bombillas se encendieron en algunas viviendas hacia las 2:50, aunque todo se aceleró a eso de las 4:00. El Barrio Albayda, Alminares, Villarejo, el Realejo, Pinos Genil y Cenes de la Vega se reactivaron poco a poco. Ya sobre las 5:30, la Avenida de Dílar, Armilla y Parque Lagos, aunque todavía a las 8:00 quedaban distintos puntos a oscuras.

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La noche fue larga y lúgubre. Fueron pocas las ventanas tras las que se percibía algo de luz, en su mayoría con una intermitencia que desvelaba que el origen era la llama de una vela. Los faros de algún vehículo alumbraban las fachadas de los edificios, en los que las sombras de los árboles y demás elementos en las calles adquirían una silueta fantasmagórica. En las zonas más cercanas a la autovía, apenas había rastro del habitual ruido blanco que el ajetreo de la carretera suele producir de manera casi ininterrumpida. Entre el cantar de los grillos, las voces que, desde algún estudio, proyectaban los transistores. La radio no falló y acompañó a los granadinos a dormir, como antaño. En el cielo, eso sí, las estrellas brillaron como nunca.

En mitad de la noche, en alguna comunidad surgió un debate. Tras mantener todo el día las puertas del garaje abiertas, para facilitar el acceso y evitar que alguien se quedara encerrado, la inquietud de la oscuridad suscitó la duda: ¿sería más seguro cerrarlas y que permanecieran así ya hasta que la luz volviera a bañar las calles? Un vecino, entonces, tomó la determinación y bajó, linterna en mano, para echar la llave. 

Una tarde sin internet

Para cuando llegó ese punto, la incomunicación era prácticamente total y buena parte de las baterías de los aparatos se había agotado. Los minutos se hicieron chiclosos en toda la provincia. El Metro se detuvo de forma súbita, con algunos vagones en las estaciones y otros, en mitad de las vías. En Sierra Nevada, 16 personas fueron evacuadas del telecabina Al-Ándalus, atrapadas en el momento del corte de suministro. Las clases se suspendieron y los supermercados se llenaron en momentos de caos casi absoluto. 

Al caer la tarde, la tensión se rebajó. Buena parte de los granadinos optó por salir a la calle, en busca de una distracción que le hiciera más ameno otro trago histórico. «En verdad, se está bien sin móvil», le comentaba un joven a su amigo, con el que caminaba por la Avenida Fernando de los Ríos. Los parques se llenaron de vida, con niños que despegaban la mirada de las pantallas y sacaban a relucir su habilidad con el balón en los pies. Los hubo que encontraron en este contexto la ocasión perfecta para, por fin, calzarse las zapatillas y empezar a correr. En pareja y solos. Otros salían a buscar algún punto en el que pudieran encontrar servicio telefónico. «Llevamos toda la tarde sin internet y sin poder llamar, vamos a ver si podemos usar el móvil», expresó una familia. En este grupo se coló algún plumilla, que salió a la aventura ordenador en mano, a la caza de alguna onda que le permitiera enviar su crónica. Al final, le cayó la noche sin éxito. El alba iluminó un nuevo día y pocas veces un amanecer alegró a tanta gente.

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