En Los Girasoles, en la Carretera de Cádiz, la devoción se vive cada miércoles con un gesto sencillo pero cargado de fe: los vecinos llevan flores a la Virgen del Carmen. No hay procesión ni grandes actos a diario, solo el compromiso de quienes la veneran con esmero desde hace más de una década. La historia de este mosaico está tejida con los lazos de la comunidad. Hace casi 15 años, los vecinos decidieron recuperar la tradición de honrar a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, que desde hace muchos años en el símbolo de su barrio.
Desde entonces, el altar que adorna la zona se ha convertido en un punto de encuentro para la fe del barrio. Toñi España, nacida en Benamocarra, es una de las personas que cuida a la Virgen cada día. “Los miércoles le traemos sus flores del baratillo, este barrio es fe”, afirma mientras retira las flores que ya están estropeadas. Su vínculo con la Virgen va más allá: “Yo me he operado de cáncer y esto es lo más grande, mi fe mueve montañas”. Desde hace cinco años, se encarga personalmente de limpiar el altar, sobre todo los miércoles.
Origen de la costumbre
Otra de las guardianas de esta tradición es Encarna García, quien lleva 13 años cuidando del mosaico. Recuerda cómo surgió todo: “Siempre ha habido devoción, sobre todo por parte de la gente de la mar, los pescadores fueron los primeros en decir que esto estaba muy bonito, luego, el dueño de la farmacia sugirió ponerle el nombre del Carmen y poco a poco fuimos trayendo flores”, relata esta vecina que recuerda cómo nació la costumbre.
Loli Antelo, vecina de Bonaire, tampoco falta a su cita con la Virgen. “Siempre que vengo, le traigo flores y lo que haga falta, la fe mueve este barrio”, dice con orgullo. Hace unos 15 años, el mosaico de la Virgen del Carmen tuvo que ser trasladado unos metros. El día que lo retiraron, la tristeza invadió a los vecinos, y la presencia de coches de policía hacía temer que la imagen no volvería, pero finalmente el Ayuntamiento lo recolocó en un panel junto al Mercadona, justo enfrente de su antiguo emplazamiento.
Desde entonces, el nuevo altar sigue siendo el corazón del barrio, en todos los sentidos. Frente a la imagen, los vecinos plantan gitanillas y damas de noche, cuyas flores se riegan con el mismo cariño con el que cuidan la imagen de la Virgen. Además del mosaico de la Virgen del Carmen, también se colocó un mosaico del Cautivo, otra imagen de gran devoción en Málaga. Así, Los Girasoles se ha convertido ya en un rincón de fervor popular, donde la fe se expresa en pequeños gestos cotidianos.
Cada miércoles, con flores frescas y oraciones en voz baja, los vecinos renuevan su promesa de cuidar a la Virgen del Carmen. No importa el paso del tiempo ni los cambios en el barrio: su devoción sigue firme, arraigada en la humildad y la esperanza de quienes encuentran en la Virgen su devoción.
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