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La guerra total de un criminal de guerra

Es lo que ha pedido en cierta forma el sátrapa ruso en su baño de masas en el estadio olímpico Luzhniki en Moscú ante sus enfervorizados adeptos de Rusia Unida, en un espectáculo de exaltación a la personalidad al estilo de los que representaba la propaganda nazi en el estadio Zeppelín de Nüremberg, y al día siguiente de anunciar a través de la televisión una purga entre las voces disidentes de su propio país. Este nuevo Iván IV el terrible se enroca ante las críticas por su desastrosa campaña y saca pecho con el poder que le da el control de los medios de comunicación, amenazando a cualquier tipo de rebelión contra su proyecto.

Anuncia la guerra de Ucrania como una campaña para desnazificar el país, justo como se comporta él, como un extremista peligroso capaz de lo peor cuando se ve acorralado, recordaba la imagen de Joseph Goebbels, cuando el ministro de Propaganda del III Reich en el Palacio de Deportes de Berlín dos semanas después de la hecatombe del VI Ejército en Stalingrado, preguntaba en una puesta en escena wagneriana a un público fanatizado y adepto al régimen: ¿Queréis la guerra total?

Su planteamiento estratégico de acabar con la ocupación de Kiev en una ofensiva exprés de una semana y provocar el derrocamiento del gobierno legítimo ha resultado un fracaso, y los medios militares terrestres y aéreos utilizados están fuera de combate en cantidades significativas. Rusia presentó una fachada, un muestrario lustroso de armas modernas para unos días, pero tras él no había más que el obsoleto armamento heredado de la antigua Unión Soviética. Su capacidad ofensiva tras 24 días, está estancada y con muchas de sus unidades inoperativas, unido a las deserciones en la tropa y los soldados capturados, y unas 15.000 bajas estimadas entre muertos y heridos.

Planificar la invasión de un territorio de 600.000 km² con menos de 200.000 soldados era válido para una ocupación relámpago de la capital, pero fracasado ese plan ya es absolutamente insuficiente para dominar siquiera áreas regionales. Aún así, han obtenido éxitos en el sur del país, avanzando desde la anexionada Crimea han ocupado todo el litoral del mar de Azov y las áreas en torno a Kherson en la desembocadura del río Dniéper.

Incapaz de avanzar y dominar las grandes ciudades, su objetivo ahora es destruirlas a distancia con el empleo de artillería de largo alcance dirigida hacia objetivos únicamente civiles, sembrando el pánico entre la población; o desde el mar Negro, atacando desde buques de superficie o de submarinos con misiles cruceros convencionales, o desde cazabombarderos con los modernos cohetes hipersónicos, la última variedad de ataque probada en estos días contra objetivos militares próximos a las fronteras polacas y rumanas, advirtiendo a las potencias occidentales que se abstengan de ayudar militarmente a Ucrania.

La señal de alarma de su incapacidad para dominar Ucrania es evidente, las sanciones están haciendo mella en su economía y la llamada a su aliado estratégico para que le ayude económica y militarmente es un signo que lo denota, China muestra ya sus cartas a favor de Rusia, con unos medios de comunicación controlados por el estado en donde se difunde la campaña como una operación militar con imágenes de soldados rusos ayudando a la población civil ucraniana.

Adicionalmente, el dictador ruso ha llamado a su particular cruzada a mercenarios de sus satélites, Chechenia, Siria, Abjasia, Osetia del Sur, Eritrea y Bielorrusia, para reemplazar a sus jóvenes soldados, muchos de ellos engañados por sus mandos y con un destino final que es una incógnita para sus familiares.

El ejército ruso viola sin ningún remordimiento todas las normas de humanidad que se podrían respetar en una guerra, los ataques indiscriminados a objetivos civiles es ya lo habitual en su guerra de agresión, a sabiendas que militarmente ya la han perdido ante la feroz resistencia del pueblo ucraniano liderado por su presidente Zelenski.

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