La pandemia ha provocado que trabajadores del sector hayan optado por sectores con menos restricciones como el comercio y la logística.
Si en algún momento España fue un país de camareros, parece que está camino de dejar de serlo. Las empresas de hostelería han dado la voz de alarma porque no son capaces de encontrar los trabajadores que necesitan para abordar la temporada turística, que este verano espera recuperar niveles cercanos a los anteriores a la pandemia.
Y es que de las casi 110.000 vacantes sin cubrir que, según la ministra de Trabajo, existen ahora en España, el sector hostelero es uno de los más afectados por la falta de personal.
“Encontrar a un camarero es muy complicado, pero a un jefe de cocina es misión imposible”. Lo dice César Sánchez-Ballesteros, el responsable de la Asociación de Hostelería de Pontevedra que, reconoce que este problema se arrastra desde hace años, pero se ha agravado de forma importante por la crisis del covid. “La gente, si puede, va a intentar encontrar otras actividades que no sean hostelería. Y la dificultad este año para conseguir personal es algo más intensa que otras temporadas”, reconoce.
La razón es que muchos de los trabajadores del sector han buscado otros caminos tras dos años de restricciones en bares, restaurantes y cafeteria. “Nuestro atractivo como fuente de empleo se ha visto reducido. Hemos sido el sector que antes se ha cerrado, el que ha tenido un mayor número de trabajadores en ERTE y eso ha provocado que algunos colectivos hayan buscado empleo en otros sectores más seguros como el comercio y el transporte”, explica Kino Martínez, secretario general de la Asociación de Empresarios de Hostelería Guipúzcoa.
Los nuevos contratos tras la reforma
Este no será solo el primer verano con fuerte recuperación del turismo tras la pandemia, también será el primero con la nueva reforma laboral que ha eliminado los contratos de obra y servicio que eran usados mayoritariamente en la hostelería en la temporada estival.
Estos están siendo sustituidos, sobre todo, por los fijos discontinuos, que ya existían antes de la reforma, pero apenas se utilizaban. Son contratos indefinidos para actividades que se desarrollan de manera periódica o intermitente; y con ellos se pretende dar estabilidad en el empleo a actividades estacionales.