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La mejor inventora española ha patentado una molécula para combatir la ELA

La Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) otorgaba hace días el premio a la mejor invención patentada: una molécula efectiva contra la ELA en modelos animales

Desde el físico británico Stephen Hawking a Juan Carlos Unzue, futbolista y entrenador español, no faltan ejemplos conocidos de personas que sufren o han sufrido esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una de las enfermedades más terribles por sus consecuencias y por la falta de esperanza para los pacientes. Afecta a las neuronas que envían mensajes a los músculos, de manera que con el paso del tiempo provoca debilitamiento y una pérdida lenta y progresiva de la movilidad de brazos, piernas y de todo el cuerpo, hasta el fallecimiento. En la actualidad, hay más de 3.700 diagnosticados en España y solo un tercio sobrevive a los cuatro años del diagnóstico.

Ante esta dramática realidad, cualquier pequeña esperanza es bienvenida. Hace pocos días llegaba una buena noticia de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), que ha concedido el premio a la mejor invención protegida a una patente relacionada con la ELA. La galardonada es Ana Martínez, investigadora del grupo de Química Médica y Biológica Traslacional del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB Margarita Salas) del CSIC, en Madrid. En este caso, el invento patentado no podía ser otra cosa que un compuesto con potencial para proteger esas neuronas que dejan de funcionar. ¿En qué consiste? ¿Realmente es esperanzador?

«Es una pequeña molécula que tiene una acción farmacológica muy adecuada para llegar a convertirse en un medicamento y tratar la esclerosis lateral amiotrófica, la demencia frontotemporal o incluso el alzhéimer», explica la investigadora. No obstante, su objetivo está claro: «Estamos muy focalizados y comprometidos con los enfermos de ELA, nuestro deseo y nuestra voluntad, si conseguimos los fondos suficientes, es poder desarrollar este proyecto y realizar ensayos clínicos», destaca. Si todo va bien, podría llegar a ser un fármaco que «modifique la patología, mejore la calidad de vida de estas personas y les dé más años de supervivencia».

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Así funciona

¿En qué se basa esta confianza? Una de las marcas moleculares de la enfermedad es la proteína TDP-43. En condiciones normales, es clave para la supervivencia de las células nerviosas. Sin embargo, en los pacientes que sufren ELA aparece modificada y no funciona correctamente. «El compuesto que nosotros tenemos recupera la funcionalidad de esta proteína, de manera que vuelve a estar en un estado fisiológico adecuado, igual que la tenemos las personas que estamos sanas y libres de esta patología», explica la química del CSIC.

En modelos animales, este compuesto ha mostrado su eficacia porque previene la muerte de las motoneuronas, es decir, el tipo de células del sistema nervioso que se encuentran en el cerebro y en la medula espinal y que son las encargadas de producir los estímulos que contraen los músculos de todo el organismo. En los experimentos realizados, Martínez y su equipo han comprobado que cumple perfectamente con lo que buscan, «una protección de estas neuronas, en concreto, las de la médula espinal».

Detrás de esta invención hay mucho trabajo de laboratorio. Las moléculas que han desarrollado derivan de la purina, uno de los dos compuestos químicos que las células usan para elaborar los elementos fundamentales del ADN y el ARN. En este caso, inhiben la actividad de la quinasa CDC7, que a su vez es el factor que altera la proteína TDP-43. En definitiva, el compuesto patentado por el CSIC penetra en el sistema nervioso central y llega al cerebro y a la médula espinal con el objetivo de bloquear CDC7. Cuando esto sucede, se evita la neurodegeneración.

Hasta ahora, los resultados de la experimentación animal han sido muy buenos, pero queda lo más difícil: «Llevarlo a la clínica y ver si muestra eficacia en los pacientes». Lo cierto es que el equipo del CIB Margarita Salas tiene razones para pensar que será así. De hecho, la investigación se ha desarrollado a partir de muestras donadas por pacientes y, en ese primer paso, que sirve para probar los compuestos y ver si tienen algún efecto que pueda cambiar la patología, los resultados fueron muy satisfactorios.

En el ‘valle de la muerte’

Sin embargo, hay un periodo crítico para el éxito de todos los nuevos fármacos que se conoce como ‘valle de la muerte’ y el proyecto de Ana Martínez ha llegado exactamente a ese punto. Toca enfrentarse a la estricta regulación, probar que las moléculas que propone su laboratorio son adecuadas desde el punto de vista toxicológico, químico y farmacológico para iniciar la experimentación con pacientes y solicitar el inicio de la fase 1 de los ensayos clínicos. Esto significa que aún pueden estar «a 12 o 15 años» de convertir su compuesto en un verdadero fármaco contra la ELA, contando con que no haya contratiempos y dispongan de la financiación necesaria. «Al estar en un centro público, solamente si nuestra invención está patentada, como es el caso, puede tener la oportunidad de ser licenciada por alguna compañía farmacéutica y continuar con su desarrollo», señala. De hecho, alguna compañía farmacéutica ya ha mostrado su interés, pero por el momento falta cerrar el acuerdo.

Si avanzan, estaríamos ante una gran revolución, porque en la actualidad los enfermos de ELA y sus familiares disponen de muy pocas herramientas. La FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU) solo ha aprobado dos fármacos para la esclerosis lateral amiotrófica; mientras que aquí, a través de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), solo disponemos de uno: el principio activo riluzol. En cualquier caso, se trata de «remedios paliativos y apenas aumentan la supervivencia de los pacientes entre tres y seis meses», lamenta la investigadora.

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Ana Martínez no es nueva en estas lides. Desde la perspectiva de la química médica, lleva más de 30 años trabajando en el diseño de medicamentos. El grupo Química Médica y Biológica Traslacional, que lidera, trabaja en dos grandes líneas. Una son las enfermedades infecciosas, incluidos el covid y el ébola. La otra tiene que ver con las enfermedades neurodegenerativas, probablemente el reto más difícil de todos. Autora de más de 250 artículos científicos, en su carrera acumula otra treintena de patentes y, además, asesora a empresas del sector farmacéutico y fundó la suya propia, la ‘spin-off’ Ankar Pharma. «Dedicamos nuestra vida a esto y tratamos de hacer una investigación cercana a las personas», afirma la química, que no pudo recoger el premio a la mejor invención el pasado miércoles porque se encontraba en el Congreso Europeo de ELA, celebrado en Edimburgo (Reino Unido), «pero hay que coordinarse con la sociedad, las empresas y los fondos de inversión, para que entre todos podamos hacer que los proyectos lleguen a los pacientes».

Esta vez tiene la esperanza de que, además de para la ELA, el compuesto patentado y premiado como la mejor invención de la OEPM (es la primera vez que se otorga este galardón) pueda servir también para otras enfermedades neurodegenerativas. El motivo es que hay varias patologías relacionadas con alguna alteración de TDP-43, la proteína que se puede proteger gracias a estas moléculas. Ocurre en la ELA, pero también en el 50% de los pacientes que tienen demencia frontotemporal (se denominan así un conjunto de trastornos que afectan a los lóbulos frontal y temporal del cerebro y que alteran la personalidad, la conducta y el lenguaje) y, más recientemente, se ha descubierto en el alzhéimer. De hecho, en el caso de la demencia frontotemporal, el equipo del CIB Margarita Salas ya ha realizado algunos experimentos ‘in vitro’, de manera que el siguiente paso serían los ensayos con animales. Con respecto al alzhéimer, aún se está iniciando el proceso.

Fuente: ECNFDL

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