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Los pacientes con COVID-19 persistente pueden mostrar signos de enfermedad autoinmune un año tras la infección

Las muestras de sangre de pacientes con COVID-19 persistente que siguen padeciendo fatiga y falta de aire después de un año muestran signos de enfermedad autoinmune, según un estudio publicado en la revista científica ‘European Respiratory Journal’.

La enfermedad autoinmune se produce cuando el sistema inmunitario ataca por error a las partes sanas del cuerpo, en lugar de defenderlo contra la enfermedad. Son las causas de afecciones como la artritis reumatoide y el lupus.

Los investigadores afirman que este hallazgo ofrece pistas sobre la naturaleza de la COVID-19 persistente que, en última instancia, podrían conducir a mejoras en el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad.

La investigación, dirigida por Manali Mukherjee, de la Universidad McMaster de Ontario (Canadá), y el profesor Chris Carlsten, de la Universidad de Columbia Británica de Vancouver (Canadá), ha reclutado a 106 personas a las que se les había diagnosticado COVID-19 entre agosto de 2020 y septiembre de 2021 y que estaban bajo el cuidado de tres hospitales canadienses.

Los investigadores también incluyeron a un grupo de 22 voluntarios sanos y a un grupo de 34 personas que habían sufrido una infección respiratoria no relacionada con la COVID-19, a modo de comparación.

En tres ocasiones (tres, seis y 12 meses después de recuperarse de la infección) se preguntó a los pacientes si sufrían falta de aire, tos o fatiga (síntomas típicos de la COVID-19 persistente). La mayoría de los pacientes seguían participando en el estudio a los seis meses (98 de 106), mientras que sólo 57 volvieron a participar a los 12 meses. Los investigadores dicen que esto puede deberse a que los pacientes se están recuperando.

Los participantes también dieron muestras de sangre. Los investigadores analizaron las muestras en busca de determinados anticuerpos. Los anticuerpos son producidos normalmente por el sistema inmunitario para adherirse a bacterias o virus potencialmente dañinos, marcándolos para que sean atacados por otras partes del sistema inmunitario.

En este caso, los investigadores buscaron anticuerpos que se dirigen a las células y tejidos sanos del cuerpo y que se sabe que contribuyen a las enfermedades autoinmunes.

Casi el 80 por ciento de los pacientes con COVID-19 tenían dos o más de estos anticuerpos en la sangre tres y seis meses después de la infección. Esta cifra se redujo al 41 por ciento al cabo de un año. La mayoría de los voluntarios sanos no presentaban signos de estos anticuerpos en la sangre y, en aquellos que habían sufrido una infección respiratoria no relacionada con la COVID-19, los niveles de estos anticuerpos eran comparativamente bajos.

Los investigadores también descubrieron que dos «autoanticuerpos» específicos (llamados U1snRNP y SSb-La), junto con otras proteínas (llamadas citoquinas) que causan inflamación, persistían en alrededor del 30% de los pacientes con COVID-19 un año después de la infección. Esto solía ocurrir entre los pacientes que seguían padeciendo fatiga y dificultad para respirar.

«En la mayoría de los pacientes de nuestro estudio, aunque tuvieran autoanticuerpos poco después de la infección, éstos se resolvían al cabo de 12 meses. Sin embargo, en algunos pacientes, los autoanticuerpos persisten, y es más probable que estos pacientes sigan sufriendo los síntomas y necesiten ayuda médica. Estos resultados apuntan a la necesidad de realizar pruebas para detectar signos de enfermedad autoinmune en pacientes con síntomas de COVID-19 persistente que duran un año o más», apunta Mukherjee.

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