Antonio Martínez Ares retoma el proyecto del año pasado, Los Sumisos, para darle una vuelta de tuerca y continuar la historia.
El Gran Teatro Falla a reventar y sin callar. Cánticos, aplausos y muchas coplas a coro. Así recibe la afición del Carnaval de Cádiz a Antonio Martínez Ares.
El nuevo proyecto del Niño de Santa María no es más que el punto y final a la historia de los carnavaleros que el año pasado entraron en prisión por cantar coplas prohibidas. «El payaso que sigue vivo» y encarcelado en las mazmorras. En el tipo, vemos restos del anterior como los sombreros, pero envejecidos y sucios.
En el primer pasodoble, sencillo según dicen, estos fugitivos echan de menos las calles de Cádiz y hacen un recorrido por el centro de la ciudad. La segunda letra habla de la polarización y la lucha por el poder de los candidatos a la Alcaldía de Cádiz. Sin callarse una, Martínez Ares carga contra todos los colores políticos bajo la frase de «esta tierra necesita ya otro payaso».
El running a las 6 de la mañana y las relaciones sexuales marcan la tanda de cuplés de esta agrupación.
Para el popurrí, un muro de piedra se coloca en medio del escenario y el grupo se echa a un lado y hacen chistes con la dinámica de grupo y el liderazgo del propio Antonio. Al tirar el muro y salir de la cárcel, estos fugitivos van recogiendo objetos de la calle. Entre ellos, una radio en la que escuchan las noticias actuales: guerra de Ucrania, violencia machista o inflación. echan de menos recorrer las calles de Cádiz. La música de las cuartetas tienen ritmos flamencos. Y al final, cuando tienen oportunidad de salir, los fugitivos deciden quedarse en la prisión.
Con unas voces espectaculares que consiguen que el público conecte con las sensaciones del repertorio, se marcha un Martínez Ares líder, en el centro, y con buen sabor de boca.
