Médicos Sin Fronteras (MSF) cumple el 22 de diciembre medio siglo de existencia respondiendo a crisis cada vez más complejas y a conflictos en los que el acceso a la población resulta cada vez más difícil, un aniversario ante el que la delegada de la ONG en Andalucía, Ana Tomás, ha agradecido a todos los que colaboran para poder seguir ofreciendo atención médica en un momento difícil, ya que «hoy la ayuda humanitaria y sus principios básicos están peor percibidos que hace 50 años».
La organización nació el 22 de diciembre de 1971 de la mano de un grupo de médicos y de periodistas frustrados porque el mandato de la organización en la que trabajaban les impedía prestar testimonio sobre el genocidio de la etnia igbo en Biafra (Nigeria) en 1968.
En plena Guerra Fría, defendieron una acción médica independiente de intereses geopolíticos, que acudiese donde las poblaciones víctimas de situaciones de emergencia lo requirieran para prestar asistencia médica urgente y testimonio.
La ONG en Andalucía destaca que hoy las razones que llevaron a su creación siguen vigentes: «una comunidad internacional incapaz de dar respuesta a las crisis humanitarias que más sufrimiento provocan y una ayuda humanitaria que es más necesaria que nunca en lugares como Siria, Yemen, Afganistán y Etiopía», entre otros muchos contextos.
Los fundadores de la organización tampoco imaginaron que, medio siglo después de su creación, esta tendría que responder a crisis enquistadas en el seno de la vieja Europa, como los campos de refugiados de las islas griegas o el rescate de personas refugiadas, migrantes y solicitantes de asilo en el Mediterráneo central, donde los buques de MSF han tenido que asistir a más de 82.000 personas desde 2015.
«En estas cinco décadas, los conflictos han cambiado, los contextos han evolucionado y los retos para las organizaciones humanitarias se han multiplicado», asegura MSF.
En los últimos años, los conflictos han sido más internos y han causado muchos más desplazamientos y, en ocasiones, graves problemas de acceso para asistir a la población. Además, en este momento, la criminalización de la acción humanitaria por parte de agentes políticos y militares diferentes grupos y administraciones está más presente que nunca. «Que te puedan juzgar por salvar a personas en el mar es una cosa totalmente inaceptable», asegura el cooperante sevillano Isaac Alcalde, coordinador de Médicos Sin Fronteras en países como Colombia, República Democrática del Congo, Camerún, Turquía o Siria.
MEDIO SIGLO DE TESTIMONIO EN CONFLICTOS CADA VEZ MÁS VIOLENTOS
En 1999, MSF recibió el Premio Nobel de la Paz. El entonces presidente internacional de la organización, James Orbinski, resumió la esencia del testimonio en MSF durante el discurso de aceptación del galardón: «No estamos seguros de que la palabra siempre salve vidas, pero sí sabemos con certeza que el silencio mata». El Nobel fue un reconocimiento al compromiso que MSF siempre ha tenido con las víctimas de las peores crisis humanitarias.
Este compromiso ha sido el que ha llevado a la sección española de la organización a dirigir su atención a las víctimas de violencia extrema y a las situaciones de emergencia en lugares muy peligrosos, con muchas restricciones de acceso y con dificultades operacionales elevadísimas, como Camerún, Mali o Mozambique.
UNA CADENA DE HUMANIDAD
La organización cuenta con siete millones de socios y colaboradores en todo el mundo, de los cuales, más de medio millón están en España y, casi 70.000 son andaluces. «Es gracias a todas las personas que colaboran con Médicos Sin Fronteras que podemos seguir ofreciendo atención médica a miles de personas en crisis humanitarias. La acción humanitaria viene a resumirse en una sola cosa: seres humanos ayudando a otros seres humanos que están viviendo un momento crítico», declara la delegada de la ONG en Andalucía.
El 97,2% de los fondos de MSF son de origen privado. Esta independencia financiera ha sido crucial para responder a todo tipo de emergencias en los más de 70 países donde MSF está presente: las derivadas de desastres naturales, como el terremoto de Haití de 2010, una de las mayores operaciones en toda la historia de MSF; las provocadas por conflictos bélicos, las epidemias como las de Ébola en República Democrática del Congo o, actualmente, la pandemia mundial de la Covid-19, pandemia que la organización combate también a través de su Campaña de Acceso a medicamentos esenciales, que lucha contra las barreras políticas y legales que impiden que las personas reciban el tratamiento que necesitan, tanto en las comunidades en las que trabaja MSF como en el resto del mundo.
«Si MSF, esta cadena de individuos organizados, somos capaces de estos logros, los que verdaderamente tienen la responsabilidad y aún más recursos para hacerlo, si no lo hacen, es por falta de voluntad política, de liderazgo verdadero, nunca de capacidad. Se convierten por tanto en culpables, en cómplices, o irresponsables», señala Ana Tomás.
Esta cadena de humanidad, el apoyo de estos siete millones de socios y otros tantos colaboradores, desde miembros de la sociedad civil a periodistas, actores, escritores o fotógrafos, son indispensables para «que MSF enfrente de un modo más firme los discursos de odio». «Populismos que un día criminalizan a las personas refugiadas y solicitantes de asilo, y al otro atacan y acusan de traficantes de personas a aquellos que los rescatan de morir ahogados en el mar. Sin este apoyo sería mucho más difícil para MSF defender valores básicos de su misión social: la humanidad y la solidaridad», asegura la ONG.
«Mentiría si digo que esta situación va a cambiar. Por otro lado, la solidaridad que vemos en terreno, de persona a persona, da mucha esperanza. Ya lo decía Eduardo Galeano: ‘Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo». Así que, si parafraseamos a Galeano, a lo mejor todavía hay esperanza'», expresa Alcalde.