En esta vida tan injusta suele haber siempre dos tipos de persona: los que nacen con el don de convencer desde el principio y los que deben ganarse el respeto con hechos. Sergio Pellicer es más de los segundos, o al menos, eso es lo que se percibe. Aunque parezca que sigue enfrentándose a un examen diario cada vez que pisa el área técnica de La Rosaleda, el próximo sábado cumplirá su partido número 158 como entrenador del Málaga CF, una cifra que le hará igualar con Don Juan Ramón López Muñiz, el segundo preparador con más partidos en la historia del club.
Comenzó su camino como interino, en medio de un ruido extra deportivo con el injusto despido a Víctor Sánchez del Amo. Mientras desde el club mantenían la idea de buscar un entrenador contrastado, el de Nules se presentó en una Rosaleda semi-vacía, con protestas en la puerta y una sensación terrible de desapego con el club de la ciudad. Ganó aquel partido y consiguió extraer del entorno a un grupo de jugadores del que supo aprovechar hasta la última gota de calidad.
Siempre discutido por un juego algo impopular, siempre antepuso las circunstancias y el colectivo antes que el lucimiento personal. Algunos lo tildaron de poco ambicioso, mientras poco a poco fue ganándose el respeto de aquellos que eran conscientes de las dificultades que atravesaba la entidad y supieron ponerse el disfraz de lo que tocaba: sacar puntos y conseguir una permanencia en Segunda División.
Con dos palos de madera fue a pelear contra ejércitos de una siempre competida división de plata. A pesar de las 18 fichas profesionales, logró salvar al equipo en dos ocasiones de forma holgada (sobre todo en su segunda temporada, pese a parecer más complicada que la primera). Desde el club decidieron apostar por él y darles las llaves de un Málaga más potente, pero la presión a la que había estado expuesto le hicieron pedir tiempo para descansar y acabó marchándose por su propio pie de Martiricos.
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Las aventuras de los dos protagonistas no fueron fructíferas con los caminos separados. Ambos supieron reconducir sus viajes y se unieron en nuevo momento muy complicado en lo deportivo. No se pudo lograr la permanencia y acabó en la foto del descenso, aunque el cambio evidente que dio el equipo le dio rédito para coger el timón de una nueva era del Málaga lejos del fútbol profesional. Siguieron las críticas y las dudas, pero con más o menos fortuna (quizás, la que le faltó en años anteriores), consiguió devolver a su equipo a donde mínimamente merecía.
Encara su quinta temporada al frente del club y, pese a ser un recién ascendido, afronta su etapa más tranquila, donde se ha podido ver al verdadero entrenador que es y su propuesta de juego real, sin los duros condicionantes con los que previamente ha contado. Sigue sin ser un sobresaliente en nada, pero ha demostrado, además de ser fiable, ser una persona honesta, muy capacitado en su puesto y, sobre todo, haberse ganado el respeto de sus jugadores y de los directivos.
Los prejuicios siempre estarán presentes, pues algunos seguirán viéndole como aquel entrenador que buscaba puntuar bajo cualquier circunstancia. Otros, siguen viéndole con la careta de ‘entrenador del filial’. Pero lo único cierto es que ahí sigue y, si nada se tuerce, ahí seguirá. Malagueño de adopción , malaguista de corazón y un trabajador incansable. Tras tanto prueba y error, el entrenador estaba en casa, y ese se llama Sergio Pellicer, historia viva del Málaga CF.
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