Tres golpes fueron los que permitieron al sargento primero Mario Rivero y su equipo de la Unidad Militar de Emergencias (UME) descubrir que al menos una persona seguía con vida bajo los escombros 72 horas después de que un terremoto de 7,4 grados en la escala de Richter sacudiera las provincias del sureste de Turquía y norte de Siria.
Tres días antes de ese sonido «de esperanza», un total de 55 efectivos de la UME habían aterrizado en Turquía dispuestos a colaborar en las tareas de búsqueda y rescate de víctimas del seísmo. Tras un complicado viaje como consecuencia del colapso del país, los militares españoles lograron llegar a la zona afectada cuando aún no habían pasado dos días del temblor.
«No habíamos superado las 48 horas y había posibilidad de encontrar a personas con vida», relata a Europa Press el sargento primero Rivero, que junto al resto de miembros de la UME se apresuró en el montaje de un pequeño campamento y la descarga del material para empezar cuanto antes a buscar entre los escombros.
La primera impresión reconoce que fue «desoladora», con decenas de hogueras encendidas por las calles de madrugada y cientos de edificios colapsados. «En cuanto pudimos acceder al material empezamos el trabajo para intentar localizar vivos», recuerda.
Esa misma tarde, los miembros de la UME pudieron colaborar con un equipo de rescate turco en el salvamento de una joven atrapada entre los escombros con una viga clavada en la pierna. La teniente médico Lara logró colocarle un torniquete que salvó su vida y el resto de miembros de la UME, junto a los turcos, consiguieron sacar a la chica con vida.
Sin embargo, el momento álgido de la misión llegó el jueves con una llamada. Les avisaron de que había posibilidad de encontrar a personas vivas bajo un edificio derruido en la localidad de Nurdagui. Medios turcos habían logrado contactar con el móvil de alguien que presuntamente resistía bajo los escombros.
Cuando el sargento primero Rivero y su equipo llegaron al lugar, lo primero que hicieron fue colocar los geófonos, un aparato de ultrasonidos capaz de detectar cualquier alteración traducida en una señal eléctrica.
Tras conseguir silencio alrededor, los equipos turcos hicieron una llamada a la víctima y le pidieron que diera tres golpes para intentar localizarla. Tres golpes indetectables para el oído humano pero no para los geófonos. Tres golpes que salvaron la vida a una mujer y sus dos hijos, según recuerda el militar español.
Los aparatos lograron poco a poco precisar la ubicación y ahí comenzó una operación de rescate que se prolongó durante 27 horas. «A medida que nos acercábamos pudimos empezar a oír los golpes sin aparatos, después ya conseguimos comunicarnos y nos dijo que estaba con sus dos hijos», explica.
En este momento, pese a la concentración que domina su trabajo, el sargento primero de la UME reconoce que es difícil dominar la emoción. «La mayoría del equipo tenemos hijos. Cada vez que oíamos al niño llorar se nos rompía el alma», confiesa.
Las labores de rescate se prolongaron así durante horas hasta que consiguieron liberar a los tres con vida. Primero fue Muslim, de solo dos años, después su hermana Elif de seis años y poco después la madre, Leyla. Todos ellos fueron trasladados al hospital, donde los miembros de la UME pudieron visitarles al día siguiente.
A su regreso a España, el sargento primero Rivero reconoce que se mezcla la «alegría» por estos rescates con la frustración de no haber podido hacer más y recordar a toda la gente que haya quedado atrapada bajo los edificios derruidos.
INFANTES DE MARINA SOBRE EL TERRENO
Sin embargo, la UME no ha estado sola en esta tarea. Cuatro buques de la Armada –el ‘Juan Carlos I’, el ‘Galicia’, la ‘Blas de Lezo’ y el ‘Cantabria’– se encontraban navegando por el Mediterráneo cuando se produjo el terremoto y desviaron su rumbo para sumarse a las tareas de búsqueda y rescate.
Infantes de Marina trabajaron sin descanso en cuatro localizaciones turcas para la búsqueda de supervivientes, el reparto de 3.600 toneladas de ayuda y la distribución de 40 toneladas de sus propias existencias de agua embotellada y alimentos a través de agencias del gobierno y ONGs, además del montaje de cinco campamentos para damnificados, según datos aportados por el Ministerio de Defensa a Europa Press.
Estos miembros de la unidad de élite de la Armada también pudieron participar en el rescate con vida de un niño de siete años y de un adulto de 70 en el quinto y sexto día del terremoto, cuando las esperanzas empezaban ya a desvanecerse.
LA LOGÍSTICA, EN MANOS DEL CONTINGENTE ‘ADANA’
A ellos se sumaron el centenar de militares españoles que forman parte del contingente ‘Adana’, un despliegue que permanece en Turquía desde el año 2014 con una batería antimisiles. Pese a la proximidad a la zona del terremoto, el seísmo no provocó daños al contingente español, que inmediatamente se sumó a las labores de ayuda.
En concreto, se encargaron de las tareas logísticas para el alojamiento de los miembros de la UME y otros equipos de emergencias españoles, el traslado por suelo turco, apoyo a la distribución de alimentos o descarga de material.